El Salario Mínimo Interprofesional (SMI) es la cuantía retributiva mínima que recibirá una persona por su puesto de trabajo siendo, además, inembargable. Lo fija cada año el Gobierno, a través de los Presupuestos Generales del Estado, con la intención de mejorar las condiciones de los trabajadores. Sin embargo, este año no ha seguido ese cauce, pero se ha incrementado vía Real Decreto con una revisión al alza de más de un 22%, la mayor de la historia, hasta situarse en 12.600 euros anuales, pagaderos a razón de 14 pagas de 900 euros. Si esas 14 pagas las prorrateamos en doce mensualidades supone un salario de 1.050 euros, y este precio es el que nos permite hacer una comparación, por ejemplo, con otros países de la Unión Europea, situándonos en la posición octava del importe más alto. Esta comparativa hay que cogerla con pinzas porque cada país tiene unas normas muy diferentes al nuestro, siendo España, por ejemplo, el único con un SMI igual para todas las edades.

Técnicamente, una subida del SMI implica un incentivo para el desarrollo económico y un intento de la reactivación de la economía en el sentido de que, al ganar más, se consumirá más, aumentando la venta de los bienes y servicios que producen las empresas, surgiendo así la necesidad de la contratación de más trabajadores. El Estado obtendría un ahorro al disminuir las prestaciones por desempleo, aumentando los ingresos vía recaudación de impuestos y cotizaciones sociales. Esto ha sido así ante subidas moderadas y prolongadas del SMI. Tal como ha sido de abrupta la subida actual, las consecuencias pueden no ser tan afortunadas para los empleados, para las pymes y autónomos y para el propio Estado. La experiencia ha demostrado que los repuntes de los salarios mínimos en el pasado, si no han ido acompañados de un repunte de la productividad en la misma medida, las consecuencias no fueron las deseadas. Las subidas del salario mínimo no afectaron significativamente al desempleo, siendo la propia coyuntura económica la que marcó la pauta. En el caso que nos ocupa, la subida viene con la previsión debajo del brazo de una desaceleración en el crecimiento económico. Durante la pasada crisis, los sueldos casi no subieron y el impacto negativo en el desempleo fue de una notable importancia. Después, en la salida, el SMI siguió su senda alcista y el paro mostró una tendencia clara de descenso. En el caso actual, la incertidumbre se apodera de las posibles consecuencias, teniendo enfrentados a los economistas con opiniones contradictorias, sin ser capaces de ponerse de acuerdo porque los trabajadores que perciben ese salario son los más vulnerables en lo que a empleo se refiere.

El Gobierno, como decía, es el que fija el importe del SMI, indicando la prohibición jurídica de trabajar por debajo de ese umbral de salario sin obligar a subir el sueldo a ningún trabajador, pero en realidad son las empresas las que estipulan el número de trabajadores que percibirán esos sueldos. Es decir, se puede imponer el nivel del SMI, pero no el conjunto de las personas que recibirán ese sueldo. El creador de empleo es el empresario, y si a este no le merece la pena pagar el precio mínimo, no contratará, abriendo la puerta de la economía sumergida, a los contratos temporales y a la contratación a tiempo parcial que siempre ha aumentado cuando la subida del salario mínimo ha sido mayor de la media habitual. Las empresas contratan mano de obra pensando en la producción, si esta disminuye, la empresa optará por prescindir de los servicios de los empleados menos productivos, buscando alternativas para abaratar los costes. El ejemplo típico que ilustra a la perfección esta situación es la eliminación de los empleados de los surtidores de combustible, que han sido sustituidos por máquinas autoservicio.

Una subida indiscriminada del SMI provoca efectos negativos de forma inmediata sobre el empleo. Lo acabamos de ver. La subida se hizo efectiva el 1 de enero de este año, pero ha resultado chocante que el primer día hábil después de la aprobación de la subida, se produjeran, según el Ministerio de Trabajo, 274.000 despidos, número sin precedentes en toda la serie histórica. En el caso de un amplio porcentaje de desempleo como nos ocupa, la reactivación de la economía se produce estimulando la creación de empleo. Según investigaciones económicas, el aumento del SMI, sin razones de peso, es una de las causas principales del desempleo. Tanto es así que el 79% de los economistas opina que el SMI alto genera desempleo entre los trabajadores menos cualificados, inmigrantes y entre los jóvenes, porque es el primer obstáculo con el que se encuentra el demandante de empleo, a la hora de acceder al mundo laboral por primera vez y sin experiencia. Si su productividad se considera inferior al salario mínimo, serán automáticamente discriminados.

No cabe duda de que la medida acarrea diferentes opiniones entre la ciudadanía, pero eso es lo de menos, los resultados coronarán la obra. Lo que está claro es que existirán ganadores y perdedores: los ganadores serán aquellos que mantengan su empleo y vean aumentado su sueldo, de la misma forma que aquellos que sus sueldos estén indexados al SMI, verán un incremento por estipularlo así su convenio retributivo. Por el contrario, los perjudicados y mucho, serán aquellos cuyas empresas opten por su despido. Fíjese: mientras los ganadores obtienen unos euros más, los perdedores lo hacen quedándose sin sueldo en su totalidad. En el lado de los perdedores también están los que perciben ayudas familiares: al aumentar el salario podría ocurrir que se rebasen los límites establecidos dejando de percibir la ayuda. Por otro lado, hay que contar con un aumento de los precios porque el empresario repercutirá la subida del salario en los bienes y servicios, y ya saben, si los precios aumentan, los salarios reales del resto de trabajadores disminuirán.

De momento estamos en una etapa expansiva de la economía, aunque haya indicios de que se está llegando al final, eso implica la falta de motivos aparentes para que repunte significativamente el desempleo, pero medidas como las que trae causa, sí pueden reducir la creación de puestos de trabajo. Una vez que finalice la etapa expansiva, el empleo se verá muy desfavorecido.

(*) Gestor de Activos

@ToGarMos