Los jóvenes disidentes se apartan de las universidades, de las actividades intelectuales, la educación organizada, o las atacan, porque las identifican con esa enorme maquinaria deshumanizadora. Lo sepan o no, a lo que están apelando es a una especie de derecho natural, o absolutismo kantiano, que prohíbe tratar a los seres humanos como medios para fines.

Sus protestas son intentos de desafiar a los poderes establecidos, de insultarlos, para que tomen conciencia del efecto totalitario de sus políticas, con las que Lo pretendan o no, la nota dominante es la protesta contra el efecto destructivo de la planificación global sobre los individuos, contra el hecho de que cifras y gráficos sustituyan a seres humanos concretos, cuyas vidas los planificadores pretenden determinar, a veces por medios extremadamente brutales, ocultos a su vista tras el medio opaco de las estadísticas impersonales.