¿Cuándo aprenderá la izquierda la lección de sus rivales y dejará sus irritantes peleas por un "quítame allá esas pajas", que sólo producen desafección y desánimo entre quienes les confiaron sus votos?

¿Cuándo dejarán de ponerse zancadillas unos a otros sus dirigentes? ¿Cuándo aparcarán sus egos, moderarán sus ambiciones y entenderán que los eligieron para resolver los problemas de la gente y no para ofrecer tal espectáculo?

Lo ocurrido estos días en Podemos es una vez más la manifestación más clara de la gran inmadurez de una izquierda que parece perderse continuamente en peleas muchas veces personales disfrazadas de disquisiciones ideológicas.

Porque no puede haber diferencias ideológicas tan profundas que justifiquen esa continua fragmentación e impidan la cada vez más urgente unidad de acción frente a las amenazas involucionistas de una derecha que se dice "sin complejos".

¿No pensaron acaso sus dirigentes en el enorme daño que están haciendo a la democracia con unas maniobras que muy pocos entienden por mucho que sus protagonistas traten siempre de justificarlas a posteriori?

Y sobre todo, ¿no cuentan con la explotación que vaya a hacer de esas disputas una derecha que sigue pensando que España es su eterno cortijo, ayudada por tertulianos y comentaristas que diariamente la jalean desde unos medios que han hecho de la política un morboso y lucrativo espectáculo?

Una derecha que ha decidido volver a los tiempos de José María Aznar, el hombre que nunca se arrepintió de nada y que, tras el paréntesis de su ungido y luego despreciado Mariano Rajoy, ha encontrado de pronto quién le emule.

¿Entenderá alguna vez esa izquierda que con sus continuas y absurdas peleas sólo provoca el rechazo de los votantes mientras sus rivales se frotan una vez más las manos?

¿Se sorprenderá luego de que se queden en casa, asqueados por tan poco edificante espectáculo, muchos de los que podría ayudar a cambiar las cosas?

Sobran ortodoxia y excomuniones -dejemos eso a los católicos tridentinos- y faltan en cambio sentido de la realidad y posibilidad. Se echa de menos más capacidad de diálogo y de compromiso.

¿Aprenderá alguna vez nuestra izquierda? Y no hablo sólo, por cierto, de la de Podemos.