Comemos fatal y no porque no observemos las más estrictas reglas de urbanidad en la mesa. Comemos fatal, porque lo hacemos sin observar las recomendaciones que nos hacen los expertos y la propia Organización Mundial de la Salud. En lugar de comer productos sanos, nos da por los industriales y ahí es donde nos la jugamos. Menos mal que la industria alimentaria se ha comprometido a reducir el contenido de una media del 10% de azúcar, grasas saturadas y sal. Así está recogido en 20 convenios ratificados por el Ministerio de Sanidad con las asociaciones representantes de 398 empresas alimentarias y de bebidas.

Debemos cuidarnos más, hacerlo correctamente y no sólo a golpe de ejercicio físico, que también, sino siendo escrupulosos con todo aquello que ingerimos sea sólido o líquido. No podemos tomarnos a broma la situación que presenta España, convertido en el país con una de las tasas de obesidad más altas de Europa. Aquella famélica legión del siglo pasado ha dado paso a una legión de orondos habitantes que ponen en riesgo su vida.

Los porcentajes de los estudios serios, como el presente, nunca mienten. El 54% de los adultos patrios tiene sobrepeso y el 17% es obeso. Entre la población infantil, el 40% tiene sobrepeso y el 18% padece obesidad con lo que la obesidad puede llegar a estigmatizar a los niños frente a sus compañeros de colegio más rectilíneos o mejor formados físicamente, capaces de practicar el bullying por ese sobrepeso. Los niños pueden ser los más cielos o los más canallas. A veces no tienen término medio.

La cosa es muy seria puesto que la Organización Mundial de la Salud considera la obesidad a estas alturas como una pandemia. Lo ha dicho la ministra de Sanidad. Resulta curioso que ciertas gorduras no vengan marcadas por el poder adquisitivo de los padres sino por la cantidad de porquerías industriales que se meten los críos entre pecho y espalda. La reducción de la sal, el azúcar y las grasas propuestas en el convenio de marras, afectan a bebidas y alimentos pertenecientes a tres grupos: bebidas refrescantes; bollería y pastelería; cereales de desayuno; cremas; derivados cárnicos; galletas, helados; néctares de futas; pan especial envasado; platos preparados; productos lácteos y salsas. En total, más de cuatro mil alimentos y bebidas de trece grupos diferentes.

Van a mejorar los derivados cárnicos como el jamón cocido extra, la pechuga de pavo, el salchichón y el chorizo, en lo relativo a las grasas. En lo concerniente a la sal, se disminuirá en patatas fritas, aperitivos salados y platos preparados. El bajón para las grasas saturadas afectará positivamente a las palomitas de microondas, galletas, rosquillas, bollos y también las patatas fritas. Y en cuanto al azúcar se refiere se disminuirá en mahonesas, yogures y batidos, cruasanes, kétchup y pan de molde. Si le diéramos un poco más al pan de toda la vida, a las alubias, los garbanzos, las lentejas y la judía verde, cuanto bien le haríamos a nuestra salud y que bien guardaríamos ese bien preciado que tanto nos cuesta mantener cual es la línea.

Las prisas no son buenas para nada y mucho menos para comer. No sabemos elegir lo verdaderamente sano y nos la estamos jugando. El bajón en azúcar, sal y grasa de algunos alimentos, no quiere decir que sean más aconsejables, que sustituyan a los de cuchara, solamente nos permitirán ingerir menos cantidad de tres de los elementos, azúcar, sal y grasa que están contribuyendo a la pandemia sobre la que nos ha alertado la OMS.