Toda actividad humana; especialmente, si implica una cierta complejidad en su desenvolvimiento para alcanzar sus objetivos, como puede ser la relativa la desarrollo económico, social y jurídico; requiere del concurso de una pluralidad de personas y organizaciones que, por sus conocimientos, competencias y medios, los presten y colaboren con los titulares y responsables de dicho quehacer para que éste pueda ser lo más eficaz y eficiente respecto a la consecución de las metas que tenga que alcanzar.

Las consideraciones precedentes, más si cabe, son predicables a las relaciones internacionales entre los países y, más concretamente, cuando hay diferencias entre los que están más avanzados técnicamente y los denominados emergentes que persiguen su crecimiento en el bienestar de sus ciudadanos; para lo cual es preciso que dispongan, entre otros muchos requisitos, de un marco jurídico estable y justo que respete los derechos ciudadanos, que sea equitativo, predecible, estable, transparente, que estimule la actividad económico-empresarial, como las inversiones productivas extranjeras, etc; que tenga un sistema educativo que forme sólidamente en valores humanos, laborales y profesionales, lo que contribuirá a que la ciudadanía tenga los saberes imprescindibles para la convivencia respetuosa y comprometida socialmente, como para apreciar y disfrutar de su historia, de su arte, de su geografía, etc; y que con sus saberes, y predisposición hacía el trabajo bien hecho, se logre el nivel económico y de bienestar con la pericia alcanzada con la sólida base de estudios que se debieran adquirir en los centros de formación profesional y universitarios.

A tales fines, la responsabilidad que, en materia de cooperación internacional en todos los ámbitos que confluyen en la economía, la empresa, el derecho, la educación, la salud, las obras y servicios públicos, etc; tienen los denominados países del "primer mundo" respecto a los demás es indudable e incuestionable, por infinidad de motivos como son los referentes a la solidaridad entre los pueblos de la Tierra, las obligaciones y compromisos morales y éticos de las antiguas potencias coloniales respecto a las naciones que regentaron; como por exigencias de la globalización a nivel mundial que favorece la industrialización y el comercio del "tercer mundo" que son los instrumentos más imprescindibles para alcanzar su bienestar; para lo cual necesitan el concurso del personal, de los medios, como de la experiencia que puedan, y deban, facilitarle las naciones occidentales que disponga de ellos. Además, y siendo un poco egoístas, como está sucediendo con China, por ejemplo, el desarrollo de las "nuevas fábricas del mundo" también favorece la economía del resto del planeta, al estimular la competencia, la producción de materias primas y de "commodities", la venta de máquinas-herramientas, de servicios y asesoramientos profesionales, etc.; incrementando su demanda de todo tipo de productos y servicios del mundo desarrollado, a medida que ellos también crecen. Eso sí, respetando la propiedad intelectual, los derechos de los trabajadores, evitando el "dumping"; en suma observando el Derecho Internacional, como son las Resoluciones de la O.N.U., y los acuerdos y normativa de la O.I.T. y de la O.M.C.

Una persona realmente entregada; durante muchos años, y que por ello fue condecorada por el Gobierno de España; a la cooperación técnica internacional en Hispanoamérica, especialmente en Cuba, donde fue especialmente apreciado, por su entrega y dedicación, por el que fue el máximo responsable de su Revolución, Fidel Castro; es D. Ángel San Juan Marciel, profesor universitario de Sociología y zamorano de "pro"; y que tiene publicado un texto titulado "Cooperación internacional y diplomacia", de referencia en dicha materia, y de lectura y reflexión obligada por los que estén interesados o tengan responsabilidades profesionales, técnicas o políticas; pues, a lo largo de sus ciento veinticuatro páginas nos "ilustra", en base a sus vastos saberes y experiencias , entre otros muchos aspectos, de los cambios en dicha actividad, lógicos en un mundo en constante mutación, de la función de las embajadas, de las comunidades autónomas, de las posibilidades de mercado, de los costes y beneficios de la ayuda al desarrollo; (por cierto a lo que se comprometieron en la O.N.U. para aportar el 0,7 por 100 de su P.I.B., los países desarrollados); de la interculturalidad, de la normativa legal vigente en el momento de redacción del texto, etc.

Hay que congratularse; y por ello reconocer y agradecerle al Dr. San Juan Marciel; de que haya "volcado" toda la sabiduría adquirida en su periplo vital por los países de América; en el precitado texto; que tanto "necesitan comprensión, ayuda y respeto para el normal desarrollo de su vida cotidiana", como bien manifiesta en la dedicatoria que a ellos, con todo merecimiento, les hace.