Si alguien quiere ver las dos Españas de Machado, solo tiene que ir a la web de Renfe. Para el Mediterráneo, los trenes son Aves; para el Atlántico, ninguno es AVE. Es una realidad que ningún gobierno quiere ver, ni pone medios para corregirla. La España mediterránea fue una apuesta del dictador Franco, que canalizó recursos e inversiones, condenando a la España Atlántica al subdesarrollo y a la emigración, desde Huelva hasta Lugo. Lo que también se llama ahora La España vacía. Y todo ello a pesar de que el Atlántico (incluyendo Portugal, donde están los puertos de Extremadura (Lisboa y Sines) y de Salamanca (Porto), es un territorio con grandes ventajas competitivas: puerta de entrada de Mercosur, y ahora de Asia a través de Panamá; potencia marítima, desde la pesca hasta la construcción naval, sede de las principales plantas de PSA Citroën, en Vigo y Mangualde (a 200 kms. de Salamanca), con un importantísimo sector agroalimentario, y un riquísimo patrimonio que incluye las dos rutas principales de la Península Ibérica: el Camino de Santiago y la Vía de la Plata. Pero nada de esto parece preocupar a los últimos gobiernos de España, débiles parlamentariamente, y que precisan desesperadamente de unos votos, que están dispuestos a comprar a cualquier precio. Incluso a la carísima hipoteca de futuro, de quebrar la cohesión de España. Y claro, cuanta más población, más diputados. Y cuantos más diputados, más poder.

Pero este mercado en el que se ha convertido la política entraña otro riesgo mayor: si un solo diputado canario vale más de 1.000 millones con Rajoy o si a los que practican la deslealtad y la insolidaridad Pedro Sánchez les premia con un 18 % más en los presupuestos, los únicos que no valen nada y para nada serán los diputados de obediencia nacional, populares, socialistas, Ciudadanos y Podemos Unidos, que nunca pondrán en riesgo su posición personal y política, amenazando con no votar a un gobierno que margine a sus territorios y a sus electores. Y eso significará la emergencia de partidos regionalistas o nacionalistas, según las zonas, que tornaran complicadísimo el gobierno de España, en apenas unos años. La realidad de las dos Españas se ve claramente en el número de diputados, dónde la franja Atlántica desde Galicia hasta Huelva, con cinco millones de habitantes, elige 41 diputados, de un total de 349. Cataluña con siete millones y medio, elige 47; sin contar con Levante y Andalucía. En términos poblacionales es evidente que España hace tiempo que está rota y dividida en dos. Pero esto es un arma de doble filo, porque 41 diputados también pueden ser determinantes para elegir un gobierno, o para hacer ingobernable un país.

La radiografía más clara es la situación del tren. Por poner un ejemplo, no existe ningún tren que comunique Galicia con Salamanca, Extremadura o Huelva. La Vía de la Plata que fue una ruta histórica no tiene su réplica en los actuales planificadores ferroviarios. El colmo del absurdo es que para ir de Cáceres a Salamanca, por poner un ejemplo, hay que ir por? Madrid. 201 kilómetros en línea recta, de esta forma suponen?14 horas de tren y transbordos. Entre Vigo y Porto, 150 kms, se tardan 140 minutos, porque un subdirector general no quiere sacar a información pública el estudio informativo de la salida sur de Vigo, obra financiable por la Comisión Europea. Mal barco aquel donde los marineros mandan más que los capitanes. O donde los generales se candidatan para presidir gobiernos donde mandan los sargentos.

En Google Maps se reflejan datos humillantes: desde Madrid a Cáceres ,300 kms, 4 horas, a Badajoz ,400 kms, 7 horas. A Vigo, 600 kms, 6 horas y media. Es decir, en los tres casos ningún tren llega a los 100 kms hora, frente a los 250/300 kms hora que desarrollan los trenes al Mediterráneo. Que cada cual saque sus propias conclusiones, antes de que Moncloa le diga a Fomento: "Houston, tenemos un problema."

(*) Secretario General Red Ibérica

de Entidades Transfronterizas (RIET)