Las necrológicas siempre son un resumen, pero Juan Cueto no es resumible, y sólo cabe un chisporroteo. La razón de que hiciera tantas cosas, aparte su talento universal y genial, es lo deprisa que iba. También una especie de codicia por hacer de todo. Y lo hizo, salvo poesía y política, ésta dejando a un lado un escarceo de militancia de riesgo en tiempos duros. Su torbellino de ideas creaba alrededor una turbulencia, de la que algunos creían poder beneficiarse, pero su agudo talento era inimitable, y cuando uno creía alcanzarlo él ya estaba en otro lado. Aunque su velocidad de proceso agotaba al interlocutor, no había en ello levedad, pues la densidad de su mente, de base filosófica y existencial, dotaba de peso y rigor a cuanto hacía. Con tanto ego que administrar, el milagro es que fuera desinteresado y generoso hasta la prodigalidad. Justo en este magnífico milagro me quedo.