¡No pasarán! decía Octavio Paz en su poema de apoyo a la República en 1936, cuando el golpe de estado de Franco se rebeló contra lo decidido por el pueblo español en las urnas: "Para que crezca, joven, en España / la vida verdadera / la sangre jubilosa / la ternura feroz del mundo libre".

Pero han pasado en Andalucía. Y lo han hecho con el voto del pueblo andaluz, donde entonces había "aceituneros altivos" preguntando "¿quién levantó los olivos?", que no fue el señor ni el dinero sino "la tierra callada, el trabajo y el sudor".

Porque el campo andaluz era entonces de olivos que trabajaban los jornaleros y de rebaños con pastores como el poeta Miguel Hernández. Pero los años de la emigración a las ciudades, la PAC que ha favorecido a los terratenientes en vez de a los campesinos, las importaciones de productos del campo y el bajo precio de los producidos aquí, han reducido la tierra a las dehesas de los señoritos de entonces que, esos sí, conciben la zona rural de Andalucía y de toda España como un lugar destinado a la caza, los toros y olé. Vuelve la escopeta nacional a Andalucía.

Como vuelve el macho: Acusando a las mujeres que tienen miedo a correr solas; que tienen que demostrar con moratones en su cuerpo su no consentimiento a los abusos y agresiones de los cobardes hombres que actúan en manada y orgullosos de su nombre; que se exculpan en los juzgados diciendo que la mujer violada estaba disfrutando de su hombría; que son asesinadas porque la maté porque era mía. Y que cuando piden protección y la consiguen a través de la Ley Contra la Violencia de Género -sin recursos suficientes para su aplicación- reaccionan diciendo que sus acusaciones son tan falsas como las muertes, las violaciones y la humillación, y hay que derogar una Ley que discrimina al hombre ¡Cómo si macho y hombre fueran lo mismo! ¡No! Hombres son los que salen a la calle cada vez que hay una mujer menos y una muerta más.

También quieren que vuelva el Tribunal de Orden Público contra los derechos de los homosexuales, esos pervertidos y desviados que se quieren y se pueden casar porque se quieren. Y de paso contra los vagos y maleantes que no trabajan, y sin tardar contra el contubernio comunista y judeo-masónico. Al tiempo.

Vuelve el catolicismo de dictador bajo palio contra las mujeres pecadoras, que no son dignas de llegar al sacerdocio -en Zamora no han llegado ni a ser dignas de salir en algunas procesiones de Semana Santa- y que no pueden decidir sobre su cuerpo, su vida y su libertad.

Vuelve el Imperio, descafeinado porque se perdió el de América hace siglos y del africano sólo sobreviven los saharauis, que tiran a izquierdosos porque defienden su independencia y no su integración en España Una y Grande. El nuevo imperialismo vuelve contra la inmigración de los pobres que llegan en pateras a quitarnos el trabajo -nada que ver con la de los españoles universitarios que van a quitar el trabajo a los alemanes, franceses, americanos y hasta la pérfida Albión del Brexit-, y contra el independentismo de los catalanes que han dado un golpe de estado a base de abominables urnas y consultas democráticas. ¡Serán maricas!

Pero ¡no pasarán! si hacemos frente a sus ideas con las nuestras: las de la igualdad de derechos; la solidaridad de la clase obrera de los millones de pobres de la tierra frente al capital de los cuatro que acumulan la riqueza del mundo; la defensa de los derechos humanos, civiles, económicos y sociales.

¡No pasarán! como no pasaron por los que, como yo de pequeña, aprendí y canté el cara al sol, el prietas las filas, el himno de la legión, la muerte no es el final -como los de ahora del PP- y el "pomporrutas" como decía un amigo que cantaban en el campamento de la OJE el "voy por rutas imperiales caminando hacia dios".

No pasaron porque, pese al repertorio musical del franquismo, algunas les salimos entre anarquistas y comunistas, republicanas de derechos para todos, y en definitiva de izquierdas.

Vuelve la extrema derecha "pomporrutas" imperiales caminando hacia dios. Y quizás sólo se trate de la España cañí de caza, toros y flamenco. Quizás la Historia que la primera vez fue tragedia se repita como farsa.

Pero en cualquier caso, con Octavio Paz decimos: "Hay un terrible grito en toda España / un además, un puño insobornable / gritando que no pasen. / No pasarán. No, jamás podrán pasar".