Quienes creyeron que 'manada' no había más que una, la que perpetró su canallada en los Sanfermines de 2016, se equivocaron de medio a medio. Violar en manada se ha convertido en una especie de desagradable moda que cuenta con demasiados seguidores, con demasiados partidarios. Unas agresiones se conocen antes, otras después y de algunas no se tiene noticia, pero las manadas que componen, tres, cuatro, cinco y hasta seis salvajes están a la orden del día. Sus objetivos preferentes son chicas jovencitas, mejor si son adolescentes. A unas las secuestran bajo amenazas y a otras las drogan directamente. Abusan de unas y otras por la fuerza y se quedan tan oreados como si hubieran hecho un acto de solidaridad con el prójimo. Sólo que el prójimo es la prójima a la que desgracian para toda la vida.

Unas manadas están compuestas por españoles, otras por ecuatorianos, aunque nacidos en España, otras por marroquíes, otras por nigerianos, otras por libios y así sucesivamente. Como judicialmente les sale relativamente barato, estos mal nacidos se han envalentonado y con sus actos pasan a formar parte de la página de sucesos. Cuántos de ellos, en solitario, llevan una carrera delictiva impresionante que pasa siempre por el mismo delito: la violación. Si en solitario son auténticos lobos, en manada son hienas sedientas de sexo.

Hemos comenzado el año de la peor forma posible. Las mujeres lo llevamos claro, claroscuro. Estamos a merced de las manadas y también de los que actúan individualmente. Esta gente que presume de sus hazañas sexuales, suele ser tan previsible que, para luego recrearse con su gesta, tienen la torpeza o puede que el atrevimiento de grabar con el móvil esa hazaña que en realidad es un delito como una casa y que, afortunadamente dejará poco margen de maniobra a los abogados de la defensa. Lo que no entiendo es que estos criminales encuentren letrados que les representen. Ya sé que puedo estar diciendo una barbaridad porque si no es de pago será de oficio y porque todos los delincuentes tienen ese derecho, incluso los violadores. Ahí es donde los jueces tienen que emplearse a fondo y no dejar lugar a las interpretaciones.

Esta vez, cuatro jóvenes fueron pillados in fraganti en la mañana de Año Nuevo cometiendo una agresión sexual a una chica de 19 años en los bajos de un edificio de Callosa d'En Sarriá en la provincia de Alicante gracias al aviso que una vecina dio a la Policía Local y a la Guardia Civil. El ministerio del Interior va a tener que crear unas áreas determinadas en los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, destinadas única y exclusivamente a la protección de las mujeres. Estoy hasta los ovarios de escuchar que nos pasan algunas cosas por salir a deshoras. La noche tiene que ser igual de segura que el día, si es que el día es seguro, para todas las mujeres, jóvenes y adultas. Tenemos el derecho de salir de casa o del trabajo en libertad, cuando nos dé la gana, independientemente de la hora, sin tener que ir mirando hacia atrás o cruzándonos de acera para no coincidir con un tipo al que la prudencia, que no miedo, nos hace ver como sospechoso.

Estamos más que hartas de miradas libidinosas, de expresiones subidas de tono. No por eso hay que demonizar a todos los hombres. Pero sí hay que castigar con dureza a los que ya tienen antecedentes porque todos acaban repitiendo, solos o en compañía de otros, actos iguales o parecidos. Hay que acabar con esta moda. Las otras manadas acechan. Y están por todas partes. Algún día acabaran encontrándose con la horma de su zapato. El día que las mujeres pasen a la acción.