Eso pido para el año que estrenamos. Hace ya unos años me di cuenta de que corría demasiado. Seguro que lo hacía para llegar antes o para volver con premura, no sé, quizás porque atendía al tiempo que miden los relojes e ignoraba "la durée réelle", la duración real, referida a los estados de conciencia que nos permiten disfrutar de lo vivido. Estaba confundido, no había reparado en que las maquinitas que marcan las horas sólo miden lo que marcan otros relojes, no el tiempo, el auténtico tiempo. El filósofo francés, Bergson, lo expresó con claridad, ya no vale el tiempo absoluto newtoniano, no podemos seguir defendiendo que el espacio puede medir el tiempo. Por eso estoy convencido de que si quiero vivir mejor debo atender a la vivencia de cada día con más detenimiento y delectación, en definitiva, tengo que vivir más despacio.

El mismo vaticinio que hago para mí puede valer para otras personas y para la sociedad en general. Al igual que decía Descartes en su "Discurso del método", espero que pueda ser útil para algunos hombres sin ser perjudicial para ninguno. En aquella fundamental obra publicada de forma anónima en 1637 - seguro que por temor a una condena eclesiástica - el ilustre racionalista pone en duda todo el saber aprendido en su vida. Asistimos a una de las tareas que más pausa requiere: el proceso de conocerse a uno mismo. La encontramos en la filosofía de la antigüedad con Sócrates y su método de la mayéutica, entonces, el sabio griego concluyó que el auténtico saber estaba dentro de cada uno de nosotros. Descartes llegará a una similar conclusión pues, primero rechazará los conocimientos adquiridos en los centros de enseñanza - estudió en el célebre colegio jesuita de La Fléche - y criticará con dureza la filosofía escolástica y las ciencias, únicamente las matemáticas le ofrecen confianza. Después, decide buscar un saber seguro mediante el contacto con otras personas y países. Viaja por diferentes países europeos y llega a enrolarse en las filas del duque Maximiliano de Baviera. Tampoco encontrará de esta forma el cimiento seguro que buscaba para descubrir la verdad, pues lo que parecía extravagante en un lugar era aceptado como bueno por otros pueblos. Así, dice el filósofo francés: "? tomé un día la resolución de estudiar también en mí mismo y de emplear todas las fuerzas de mi ingenio en elegir los caminos que debería seguir". Será esta última etapa, la introspección, la que le proporcione el suelo firme, el primer principio para su nueva filosofía: "Pienso, luego existo".

Nos avisan con sus vidas y sus obras, Sócrates o Descartes, que la mejor forma de conducirse en la vida es tomando conciencia de quienes somos, advirtiendo qué mundo vivimos, con paciencia. Somos incapaces del aquí y el ahora, dice el filósofo Juan Arnau, y esa carencia está siendo suplantada por un sinfín de distracciones efímeras e instantáneas - la habitual forma de relación a través de los móviles - lo que nos convierte en individuos distraídos, saltando de una pantallita a otra, de un placer a otro, sin conciencia y sin sentido. Resulta esclarecedor acercarse de nuevo a Yuval Noah Harari - fueron muy instructivos sus libros "Sapiens" y "Homo Deus"- pues en su última obra, "21 lecciones para el siglo XXI", avisa sobre lo que las tecnologías pueden llegar a conseguir hoy: hackear humanos. Los avances en biotecnología y aprendizaje automático facilitarán la manipulación de las emociones y de los deseos más íntimos de la gente. Pronto nos podremos confundir entre nuestro yo y lo que los expertos de marketing de Amazon, Coca-Cola? decidan. Es posible que sintamos y pensemos como sus algoritmos hayan previsto. ¿Cómo evitar que accedan a tu mente, te manipulen y controlen? Harari dice que para no permitirlo debemos esforzarnos mucho en conocer mejor "nuestro sistema operativo", necesitamos saber quiénes somos y qué queremos de la vida. En este punto el historiador mira a la filosofía para darnos el consejo más antiguo: conócete a ti mismo. Si esto siempre fue conveniente, la amenaza que se cierne sobre todos nosotros lo convierte en urgente.

Vivir más despacio, sí, para vivir mejor, para darnos tiempo a tomar conciencia de nosotros mismos y de los otros, para mostrar simpatía, para ser personas.

Un amigo me acerca unos versos de León Felipe, muy apropiados para cerrar estas líneas y desearles un año nuevo venturoso:

"Voy con las riendas tensas y refrenando el vuelo

Porque no es lo que importa llegar sólo ni pronto

Sino con todos y a tiempo"