Estoy despechada con las polillas. Se han comido mi vestido de Nochevieja, lo compré hace años con la intención de disfrazarme por los siglos de los siglos, y me temo qué de amén nada. Es un vestido muy bonito, emula a las faldas de las mesas camilla, además, conforme va pasando la vida y las caderas van creciendo me sienta mejor. Pero el otro día, al ir a buscarlo, descubrí que mi vestido de Nochevieja es un nido nativo de polillas; me lo han dejado con acuse de sentencia de trapo. ¿Y ahora qué?

No he ido a la peluquería, no me he podado el césped, no tengo vestido, no me he hecho la manicura, no tengo bragas rojas, no... Coño, así no puedo salir. Hombre, contemplando las cosas desde otro ángulo, he pensado que saldré otro día. Sí, la verdad no me pierdo nada. En Nochevieja el protagonista es el alcohol y por ende lo derivado del exceso. Hace un año, iba muy bien maqueada, con unos buenos taconazos caminando por una gran avenida. De repente, me empezaron a pasar petardos por encima, aquello parecía la guerra. Fíjense si me pasaron que se me descardo hasta el moñete... Desde entonces, temo las Nocheviejas...

No sé ustedes, pero yo beberé el día que me apetezca, beber todos el mismo el día es darle mucho trabajo a los servicios de limpieza; somos tan guarros que miccionamos en cualquier esquina, y con tanto alcohol rulando, las calles terminar pareciendo ríos de orín. Beber por tradición es precisamente la antítesis de la felicidad. Se bebe por placer... Por supuesto, opinión subjetiva, la verdad no es patrimonio de nadie.

El calendario mangonea nuestras vidas, y siempre llega a un acuerdo con el consumismo. Claro, usa la ornamenta de fecha pero en realidad es gasto, en nada toca San Valentín... Los cotillones de Nochevieja son tradición, pero el gasto corre a cargo de uno. O sea, las tradiciones nos cuestan pasta.

Qué risa, mi amigo Iván otro año más tiene el mismo propósito: dejar de fumar. Claro qué deja, la primera semana, después vuelve a fumar. Así lleva diez años, con un propósito que no logra. Mi amiga Sara se propuso perder cinco kilos, y engordó ocho, y así son los propósitos de cada año. Una soberana chorrada que nunca cumplimos. Creo, que nuestra vida depende de nuestra salud, por lo tanto el único propósito debe ser cuidarla, el resto...

Bueno, queridos lectores, he llegado al final del artículo, les deseo lo mejor para el próximo año y que bailen después de la uvas "La Conga de Jalisco".