A las siete hablé con Patricio, teníamos que quedar para tratar de concretar, de una vez por todas, el asunto del monolito de la plaza del Mercado o de la plaza de la Constitución, en homenajea a los presos republicanos. Sacarlo adelante se ha convertido en una batalla tan difícil, que en vez de monolito u obelisco, lo llamábamos jocosamente el "basilisco". Quedamos la semana que viene, le dije. El lunes no, que curro, me respondió. De acuerdo, pon fecha y hora, y me lo pasas por wasapp. Continuamos hablando de su defensa de Ángel Galarza en el Colegio de Abogados. Había tomado café con él antes de entrar a la junta. Le tranquilicé. Espero que te apoyen más colegas, sin duda lo harán los hermanos Moreno, y no faltará quién entienda tu propuesta. Ya verás cómo todo sale bien.

Terminada su intervención en la junta me llamó. Estaba satisfecho y orgulloso. El asunto se había discutido sensatamente, y Ángel Galarza, que había defendido los intereses de los obreros zamoranos, además de haber ocupado importantes cargos políticos durante la II República, era readmitido en el Colegio de Abogados de Zamora, de donde había sido injustamente expulsado. Le trasladé también mi satisfacción: te mereces una medalla. Se rió sin darle mayor importancia. Poco después tenía en mi teléfono la noticia de su muerte, junto con una foto suya en la plaza de la Constitución. No acertaba a comprender, no me imaginaba que no volvería a hablar con Patri, un tipo sencillo, luchador de todo tipo de causas, que había defendido a clientes humildes, mujeres, desahuciados, a las víctimas de los engaños bancarios, activo militante del foro de la memoria histórica... y de tantas otras ingratas, para las que estaba preparado humana y profesionalmente.

No olvidaré su quijotesca constancia y generosa entrega a los demás, y de manera especial su virtud de escuchar y atender, tan rara en nuestra cultura. Que la tierra te sea leve. Te echaremos de menos, muchos.