No quiero para vosotras ninguna vida truncada, que el año puede morir a veces -que lo sepan vuestros verdugos- pero el respeto no debe acabar nunca.

Quiero que os digáis adiós mirándoos a los ojos ante los hijos de vuestro amor nacidos. Y que los niños sigan protegidos por las manos tibias de los dos.

Que abráis la puerta sin miedo y salgçais a a calle y que no tengáis que mentir al decir que os habéis golpeado al caer y llevar gafas de sol en lo oscuro.

Y quiero, sí, quiero, que corráis libres, alegres, confiadas, sin importar la hora. Que os paréos en un claro del bosque a pintaros los labios sin más cuidado que no saliros de la raya.

Que el único sonido a vuestro alrededor sean los pájaros felices y lo único que pueda asustaros sean las lagartijas.