Cuesta mucho creer, después de tantos siglos festejando la tradición, que haya un español, por muy republicano que sea, por muy contrario a las tradiciones y costumbres patrias que sea, por muy descreído que sea, por muy antimonárquico que sea, por mucho desapego que sienta por el cristianismo y consecuentemente por los cristianos, no olvidemos que Europa es un continente de raíz cristiana, me cuesta mucho creer que le suponga un trauma pronunciar la palabra "Navidad" que es sinónimo de Paz, sinónimo de alegría, sinónimo de redención, y de muchas más cosas hermosas.

Pedro Sánchez es ese español. El presidente del Gobierno de España no duda en felicitar el Ramadán a la población musulmana española, implicándose en lo que dice, pero no pronuncia la palabra Navidad al dirigirse a todos los que siguen sus mensajes en Twitter por no molestar a las minorías. Eso tiene un nombre. En la España aconfesional de mayoría católica, los creyentes también queremos un guiño por parte del Presidente del Gobierno, evito decir presidente de España y de todos los españoles porque es el mismo Sánchez el que marca las diferencias.

Qué ganas de granjearse críticas y enemistades. El señor Sánchez es el presidente de todos, de las mayorías y de las minorías, por mucho que se empeñe en los distingos y por mucho que haga gala de un sectarismo imperdonable en tantos aspectos que sería prolijo enumerar. Evitar decir la palabra Navidad, para no molestar a según qué colectivos me parece del género imbécil. Hay que tener gallardía, hay que sacar el coraje cuando se debe hacerlo y dejar de practicar el absurdo a base de utilizar ese buenismo exacerbado que no le conduce hacia ninguna meta.

Me parece de perlas que Sánchez brinde por "más igualdad, más justicia y más prosperidad", eso nos lo hemos deseado casi todos los españoles. Pero hay que rematar diciendo ¡Feliz Navidad! Sánchez no, cuando no felicita a los españoles las "fiestas de invierno", simplemente utiliza "¡Felices fiestas!" descafeinando y hurtando su sentido y su contenido a la Navidad. No sabía yo que este señor fuera tan radical. Conozco a mogollón de socialistas, cuántos de ellos con sus hijos estudiando en colegios concertados, que no tienen reparo alguno en hablar de Navidad y en reconocer su verdadero sentido. A Sánchez le resulta muy difícil.

Pero no le dolieron prendas el pasado junio, al final del Ramadán, en enviar el siguiente mensaje: "Deseo a todos los musulmanes de España una muy feliz Eid el Fitr. Que el mes de Ramadán que acaba de concluir os traiga, nos traiga a todos mucha paz. ¡Eid Mubarak!" que significa algo así como Felices Fiestas. Qué le hubiera costado a este señor hacer algo igual o parecido con los españoles que festejan la Navidad, que no son unas fiestas profanas, por mucho que lo intenten, que tienen su sentido donde lo tienen y que no le den más vueltas. Empiezan por la Navidad y acabarán, nunca mejor empleado el verbo, con la Semana Santa.

Hay mucho cabreo concentrado contra Sánchez en infinidad de ciudadanos españoles. Este señor, y nadie más que este señor y sus socios de Gobierno, son los que están dando alas a la aparición de nuevas formaciones políticas a las que desprecian olímpicamente, tachándolas de todo, sin darse cuenta de que cuánto más despotrican y cuanto más se conocen los nuevos 'programas', más adeptos encuentran. Lo de la Navidad ha sido imperdonable. Los del Ramadán, con todos mis respetos, no tiene justificación. 'Sawf tadfae aleawaqib'.