No hubo niebla, ni lluvia, ni frío que impidiera la llegada de Papá Noel en la Cabalgaza que la Central Lechera zamorana está logrando imponer cada nueva edición. En esta España de Monarquía Parlamentaria, con tantas voces alzándose contra la Corona española, después de tantos siglos, parece que Melchor, Gaspar y Baltasar pierden fuelle. No en vano son Reyes y a la izquierda patria eso de los monarcas como que les parece rancio y de otro tiempo. A pesar del Reino Unido, de Noruega, de Suecia, de Dinamarca, de Bélgica, de Holanda y de Luxemburgo aunque éste último país sea un ducado.

No sé si es por eso o por otra circunstancia que no alcanzo, lo cierto es que estos últimos tres años, la venida de los tres Reyes de Oriente a Zamora ha estado plagada de dificultades. Parece tal que el Ayuntamiento no les diera visado de entrada en Zamora. Ya es raro viniendo de donde vienen: el Oriente convulso donde las vidas humanas no valen nada, donde el exilio es la meta, donde la huida es el camino. No es de recibo el frío recibimiento que organiza la autoridad competente. Hay que tener, en este caso, más mano derecha y aplicar los principios diplomáticos más elementales.

A la Cabalgata de 2018, un sirimiri imperceptible también para los ojos, les impidió acceder a las calles de la ciudad hasta desembocar en la Plaza Mayor donde hacen las delicias de los más pequeños y también de los grandes. He visto cómo a más de uno se le ha escapado una lágrima en plena alocución real. Los Reyes Magos imponen siempre, por humilde, por sencillo que sea su cortejo. Intentar compararlo con la pompa y el boato que rodea la llegada de Papá Noel es un intento vano. Para este personaje regordete funcionan correctamente las relaciones diplomáticas. Será republicano.

A lo que voy. El pasado año se oyó de todo en Zamora tras la suspensión de la Cabalgata. La niebla y el frío del pasado domingo fueron muy superiores a aquella llovizna imperceptible del pasado 6 de enero. Y nada ocurrió. El Ayuntamiento y el organizador de la Cabalgata se llevaron las peores criticas del respetable, todo ello en medio de la desilusión de los niños que aunque hubieran caído chuzos de punta, habrían aguantado estoicamente. Se habló con insistencia de la ausencia de empatía por parte del equipo de Gobierno y sobre todo se dijo que la Cabalgata no hubiera logrado superar el brillo, la riqueza, la magia y el oropel de la Cabalgaza y que por eso se suspendió el evento más esperado por los niños, perdón, y las niñas, en Zamora.

Ni lo uno ni lo otro son argumentos descabellados. Amordace usted a sus autores. Atentaría contra la libertad de expresión. Y contra eso estamos todos ¿O no? La próxima cabalgata de Reyes no puede verse amenazada por la sospecha de que a la mínima meteorológica se puede suspender. No se puede hacer eso a nuestros niños. No se puede volver a negar la entrada de Melchor, Gaspar y Baltasar en Zamora. No quiero pensar que haya un pacto no escrito para hacer la puñeta no ya a las egregias figuras, sino a la ilusión infantil. No pueden estar bajo cuerda influyendo en la tradición. No pueden atentar contra ella, querer borrarla del mapa y sustituirla por otra que nada tiene que ver con la nuestra y que se consigue a fuerza de gastar mucho dinero.

Es cierto que el organizador de la Cabalgata lo tiene muy difícil para superar el listón de la Cabalgaza. Sólo que por eso están en la obligación de emplearse a fondo, de no repetir, de hacerla diferente, con todo su encanto, con toda