El último filme de Alfonso Cuarón, "Roma", sólo se exhibe en 5 salas de España, pero está ya en Netflix. Puede ser un hito en la decadencia de las salas, que abandonaron hace tiempo el espacio del cine de calidad (ahora es tarde para lamentos). "Roma" puede ser asimismo un hito como filme, al consagrar el hiperrealismo histórico próximo (la acción en Ciudad de México, 1971), y también al subir un escalón en la denuncia del machismo: puesto que la conciencia del concreto espectador que irá a verlo ya está formada en esa dimensión de la moral, basta exponerle los puros hechos de unas décadas antes, sin dramatizarlos ni voluntad de fábula, para que se encuentre con el fondo de armario, y éste se le venga encima suavemente, como una lluvia fina que acelere al cambio de agua en las neuronas, dejando que se escurra por el aliviadero (escena de los títulos, en el filme) el agua sucia.