Hoy escribo por encargo, pero gratis y sin compromiso, como siempre. Encontré una soledad que me pedía atención, en este caso una foto, un lugar: la parcela del parque que de ordinario está llena de niños, con buen tiempo, y de gente también sola que echa de comer a las palomas y de aves que ignoran se sacian del vacío de otros. Hablo por ella, la soledad de los parques.

Miren la foto. Es una belleza de lugar, un espacio buscado por el objetivo de la cámara, atrapado en su hermosura fugaz y casual. Cuando pase el servicio de limpieza municipal, maldiciendo los despojos del otoño, las hojas dejarán de ser perlas amarillas arrojadas por el viento para entrar en el ingrato mundo del vertedero. Niños y hojas pueblan el parque; ahora son ellas quienes todo lo invaden dejando vacíos los brazos de los árboles que las criaron, ocupando el suelo, columpios y asientos.

Niños y hojas ¡qué hermosura de fragilidad! Hojas y niños abandonan regazos por ley de vida y también es hermoso este desprendimiento, sin duda necesario.

Y qué me dicen de los bancos de rejilla de madera. A esos pentagramas coloridos sólo les falta la clave de sol para entonar la sonata de otoño: página pautada de música y de hojas que son notas posadas al azar! Yo las oigo, escucho una música breve cada hoja-nota que se cae tan suave como el glissando de un violín o el acorde de un arpa.

Es la belleza del silencio sonoro, del vacío que dejan los días de lluvia cuando los parques solo tienen soledad y murmullos de otoño. También esta belleza es efímera como una obra de Banksy que copia de aquí, del otoño inmolándose con el viento leve resonando en el follaje de los árboles. El otoño es obra de arte sin subasta que la naturaleza regala a la mirada; en breve cambia o muere, y repite esta sucesión de soledad cambiante hasta que la desnudez de los árboles sea la única escultura cuyo torso se enfrente al mar de invierno como una proa, cuya vida reservada cría en secreto las nuevas hojas de primavera.

Me gusta el otoño, aunque mi madre se bajó del árbol de la vida en esa estación, y en silencio, como las hojas.

También hay aves que se van, emigran fuera de nuestro espacio, pero llegarán otras muchas, como las bandadas de anátidas que paran en Villafáfila.

Otoño es la vida cambiante. La hermosa transición al frío con añoranza del calor. Pintura efímera. Imagen de paz que en la foto permanece.