Otra vez el Instituto Nacional de Estadística nos mete el miedo en el cuerpo. Otra vez nos avisa, y el que avisa no es traidor, que apenas nacen niños en España y que de seguir así, España se puede acabar tal y como la conocemos ahora. Vamos, habrá que repoblarla con gente llegada de otras latitudes y entonces a España sí que no la conocerá ni la madre que la parió. ¡Llevamos un carrerón! Pero, claro, en materia tal no se puede gobernar por Real Decreto. Como mucho se puede incentivar la natalidad favoreciendo a los progenitores. La cicatería no conduce a nada bueno.

Este declive demográfico lleva a España a quedarse sin españolitos. Dicen los que de esto saben un rato que los actuales indicadores de población son comparables a los que hubo en la posguerra. A lo mejor, quién sabe, el ambiente, política y socialmente desagradable, que se respira últimamente en España contribuye a ello. Es verdad que vivimos más años que en aquellos de posguerra, hasta el punto de que España tiene una de las esperanzas de vida más altas de todo el mundo. Zamora en concreto cuenta con bastantes centenarios, cuántos de ellos gozando de una salud de hierro. Sin embargo, nuestro país registra la cifra más baja de nacimientos y la más alta de muertes desde 1941. El primer semestre de este año ha sido pavoroso en ese sentido. Y 2018 aún no se ha terminado.

El descenso de la natalidad en España comenzó a finales de los años 70 y en el momento actual nos está pasando factura. Nunca, siempre según el INE, desde 1941, año en el que comienzan los registros históricos, se habían contabilizado cifras tan bajas de nacimientos y números tan altos de defunciones. Que pase pronto 2018 y que el 2019 nos traiga más criaturitas y permita a la gente vivir sin el miedo a la muerte que se ha instalado en tantas personas. Aquí, en este mundo, no nos vamos a quedar nadie, pero coñe, que vivamos sin miedo a la enfermedad, sin tantos accidentes como sigan vidas, casi siempre de los más jóvenes, sin tantos avatares que sacudan los cimientos de nuestra existencia y también de nuestra tranquilidad.

No sé cómo puede resolverse este problema que es más grave de lo que parece en una primera lectura. Como quienes pueden no estén por la labor, aviados vamos. No se puede obligar a la gente a procrear para ayudar al censo sin antes ofrecer contrapartidas que inviten a ello. Si el Gobierno, al que le toque en cada momento, fuera más generoso al respecto, esto no sería noticia. El INE haría su labor sin más problemas y no que lleva años alertándonos de lo que ya tenemos encima: que España se queda sin españoles. Esta bomba demográfica nos va a estallar en todo el morro sin que ningún gobierno haya tomado cartas en el asunto. Estan ocupados en otras cosas y pasan por alto lo verdaderamente importante.

Eso de que haya más muertes que nacimientos da un poco de repelús. Las cifras hablan por sí solas. De enero a junio del presente nacieron 179.794 criaturitas y perdieron la vida 226.384 personas. El saldo es negativo. Estamos prácticamente en números rojos y empeñados en no darle la importancia que en realidad tiene. Hasta que sea demasiado tarde. Y, ojo al dato, porque si bien es verdad que la mayoría de los nacidos son hijos de madre española, los nacidos de madre extranjera vienen pisando fuerte y eso no es bueno para la salud demográfica de esta España nuestra que, de seguir así, corre el peligro de quedarse solitariamente sola.