Cuando se quiere expresar que no se va aceptar todo lo que te echen encima, suele decirse que allí está el límite, la línea roja que separa lo posible de lo imposible, el amor del odio, el "Real Madrid" del "F.C. Barcelona". Y aunque pueda verse como un puro convencionalismo, lo cierto es que todo el mundo intuye donde se encuentra ese límite que no se está dispuesto a traspasar, salvo que sea impuesto por la razón de la fuerza. De alguna manera, a lo largo de la vida, uno se ha ido acostumbrando a separar lo bueno de lo malo, la luz de la oscuridad, la riqueza de la pobreza. Pero héteme aquí que, cuando creías que tenías esas indefiniciones aclaradas, va y resulta que la clase política echa abajo determinadas cábalas que has ido haciendo a través de los años y te apaga la luz que te ha dado la experiencia y, cuando te duchas, aquella pátina adquirida se pierde por el sumidero del baño.

Porque viene a resultar que lo que, hasta hace unos días, era casi un dogma de fe, como que el ganador de unas elecciones era el partido que obtenía más diputados, ahora, tras las elecciones autonómicas en Andalucía, resulta que ya no es así, sino que es quien acumule más, a base de varios sumandos; y también a sensu contrario, la otra parte, la que decía que quien las ganaba era el que, en el sumatorio, juntaba más escaños, ahora sale por peteneras diciendo que no es así, por el mero hecho que no le salen las cuentas. De manera que el contumaz observador, en forma de elector, no puede salir de su asombro, porque resulta que esa línea roja se ha ido estrechando, y desplazando de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, con tal velocidad, que de nada sirve lo que nos hayan metido por vía intramuscular, con el nihil obstat de las sacrosantas cúpulas de los partidos, porque lo que hasta ayer era blanco, ahora no se sabe de color es.

De tanto moverse la línea roja, hacia un lado y hacia otro, vamos a acabar padeciendo de estrabismo, al igual que nos pasó hace tiempo, cuando caímos en el daltonismo político, al no poder distinguir el color rojo del morado, y el azul del naranja. Son juegos de magia hechos por los prestidigitadores de la política, a los que les importa un carajo que se les vea donde esconden el conejo.

Hablando de magia, no puede uno por menos de acordarse de aquello que se decía cuando alguien se iba a "la mili", que "ya te enterarás a la vuelta de lo que vale un peine, cuando Pepito se transforme en José, Julito en Julio, y Paquito en Francisco", porque cuando Pepito, Julito y Paquito regresaban de la "mili" eran los mismos, aunque eso sí, con algún vicio adquirido, como el de fumar o algo por el estilo. Y es que al final nada cambiaba, excepción hecha de las hojas del calendario, al que le habían desaparecido un buen número sin que nadie se hubiera enterado.

Volviendo a lo de las elecciones andaluzas, ha sido y sigue siendo chocante la lectura que han hecho de ellas los partidos. Así para el PSOE la culpa de haber perdido 400.000 votos, no la tiene la gestión de su gobierno, sino los potenciales votantes que decidieron quedarse en casa tomando un rebujito. Para el PP, que ha perdido 300.000 votos, no solo no reconoce tal revolcón, sino que se siente claro ganador y saca pecho postulándose para dirigir aquel feudo. Podemos les echa la culpa de los 280.000 votos que le han volado, a las brujas y a las magas, o quizás a las moiras y parcas de la mitología griega y romana, quienes, supuestamente, han sacado del averno a un partido que no se había mostrado en cuerpo mortal. Y, por si fuera poco, parió la abuela, porque para los independentistas catalanes la culpa de la aparición de Vox no es del chachachá -como decía "Gabinete Caligari" - sino del mismísimo Rey, y gracias a que no han podido encontrar un cargo más alto en la estructura del estado. Claro que no es de extrañar que pasen estas cosas, es lo que tiene que gobierne un president que no duda en coquetear con la xenofobia y últimamente con una guerra al estilo esloveno.

Pues eso, que la culpa no es de ninguno de ellos, puesto que todo lo hacen estupendamente, sino de las brujas, que ya se sabe que tienen la cualidad de poder metamorfosearse y en cuanto te descuidas aparecen trasformadas en cualquier animal o cosa, incluido un partido a la derecha de la derecha. Y si no, que se lo pregunten a aquellos dioses de antaño que les tenían más miedo que a un nublado, porque eran conocedores que personificaban el destino.

Ninguno quiere admitir que ha hecho mal las cosas y no se vislumbran muestras de cambiar de estrategia. De manera que de seguir en sus trece se van a quedar solteros y sin arrimo, esperando que la gente vaya a votarlos portando olivos y palmas de las que suelen sobrar en la procesión del Domingo de Ramos.