El 10 de diciembre de 1948, reunidos en París, los 58 miembros de las Naciones Unidas, aprobaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos que fijó el punto de partida de un proyecto que para muchos defensores de los derechos humanos sigue inconcluso. Se han cumplido 70 años de aquel documento que proclamó los derechos inalienables inherentes a todos los seres humanos. Ni la raza, ni el color, ni el sexo, ni la religión, ni el idioma, ni las opiniones políticas o de otra índole, ni el lugar de nacimiento ni ninguna otra condición deberían constituir un obstáculo para la estricta observancia de aquel documento histórico. Se había terminado la Segunda Guerra Mundial. La recién fundada Organización de Naciones Unidas había dispuesto la necesidad de elaborar un documento que, más allá de la creación de la ONU, sirviera de hoja de ruta para evitar que se repitieran las atrocidades cometidas en Europa.

A 70 años vista, las atrocidades han continuado en la vieja Europa, fundamentalmente durante la guerra de los Balcanes y aquel documento no es que sea papel mojado, pero son muchos los derechos que se han conculcado a lo largo de estas siete décadas, dando de lado al apellido 'humanos' que acompaña a estos viejos y no siempre observados derechos. Si bien es verdad que los 58 países miembros votaron a favor, cabe recordar que dos no asistieron a la votación y ocho se abstuvieron de votar: Sudáfrica, Arabia Saudita, Yugoslavia y la Urss entre otros. No hay más que recordar los sucedido en Sudáfrica hasta no hace tantos años con el puñetero apartheid; los crímenes que Arabia Saudita sigue perpetrando; entre 1991 y 2001 Yugoslavia se ensangrentó con importantes conflictos étnicos que situaron por un lado a los serbios y por otro a croatas, bosnios y albaneses, y en cuanto a la extinta Unión Soviética, hoy Rusia, conocemos sobradamente sus tejemanejes nacionales e internacionales.

Han pasado 70 años, por cierto, prácticamente desapercibidos, lo que da una idea de la nula importancia que se da a la conocida, o puede que no tanto, Declaración Universal de los Derechos Humanos. Cierto es que el documento en cuestión que consta de 30 artículos, sigue siendo un referente para la estabilidad política mundial, aunque no es menos cierto que son todavía muchas las tareas pendientes que invitan a garantizar estos derechos. Ni todas las personas son libres, ni todas las personas son iguales. Las mujeres y los niños siguen llevándose la peor parte, porque los derechos de las mujeres no son totalmente reconocidos como derechos humanos en un buen número de países. Hasta tal punto es así que más de 2.700 millones de mujeres no pueden por ley tener las mismas posibilidades de trabajo que los hombres. Y eso sucede a diario en países como la India y Brasil y también en países como Francia y Rusia.

Esta declaración ha sido constantemente amenazada y las violaciones de sus distintos artículos han sido una constante a lo largo de todos estos años. De comprobar la realidad que golpea a la declaración, no sé qué pensaría quien presidió la comisión que trabajó en el documento, compuesta por miembros de distintos países. Me refiero a la desaparecida Eleanor Roosvelt, viuda del presidente estadounidense Franklin Delano Roosvelt, una de las líderes más influyentes del siglo XX. Son todavía demasiadas las tareas pendientes para que algún día, ojalá no haya que esperar otros 70 años, alejada de amenazas, sin que sus derechos sean ignorados o subordinados, podamos considerarla, como la calificó la señor Roosvelt, "La Carta Magna de la Humanidad".