Puede que Pedro Sánchez todavía no lo sepa (su entorno no se lo dirá y a lo mejor él está a otras cosas), pero se juega su propio futuro en poner paz en el PSOE. Hablo, claro, de paz verdadera, la que nace del acuerdo, no la que es fruto del miedo. Tiene ahora una oportunidad de oro para pacificar, favoreciendo listas de consenso, que suelden de veras reflejando mayorías y minorías. En otro caso, con su partido dividido llegaría muy debilitado a las municipales, y si, visto lo visto, en esas elecciones se produce una debacle, ya sería su debacle. Parece un asunto del PSOE, pero lo es de interés general: si el primer partido de la izquierda mengua todavía más, o se rompe, es el equilibrio del sistema el que entraría en crisis. Cuando se rompen los mamparos no se inunda una bodega, es la nave la que se desestabiliza y puede irse al fondo (caso de la fragata noruega hundida hace poco).