Imagínese que la política es una caja, con los lados formados por cierta legalidad (estatuto, constitución, tratado comunitario, etcétera), y su interior compuesto de medios para satisfacer necesidades de la gente, o sea, una economía. Ocurre que a veces, por lo que sea, los medios no dan para tener a la gente quieta en la caja, y el interior de ésta empieza a rebullir y agitarse, hasta hacer peligrar el control y administración del invento. Entonces aparece el vector de fuga, una vía para escaparse de la caja, liberando tensiones mediante la invocación de una causa superior a la caja misma. Sin olvidar evidentes argumentos históricos o historicistas, ése es el papel que hoy juega el secesionismo en Catalunya. ¿Qué necesidad hay de cuadrar las cuentas de la caja, si vamos a cambiarla por otra? ¿Se acerca por el horizonte una masa de chalecos amarillos? Pongamos en sus manos esteladas.