Cuando yo era mozo, allá por el Jurásico, en las merendolas y farras, además del "Asturias, patria querida", "El Tío Babú", "El Bolero de Algodre" y demás, solíamos cantar una coplilla que decía: "el día que saquemos la remolacha/haremos un guateque con las muchachas/ la remolacha, chunda, chunda/la remolacha, chunda, chon". Todos, o casi todos, éramos hijos de agricultores y sabíamos de la enorme importancia de la remolacha en la economía familiar. De ahí que la raíz ocupara un lugar privilegiado hasta en los momentos de cachondeo. Era algo tan presente en nuestras vidas y en las de nuestros pueblos que difícilmente concebíamos una explotación agraria sin la dichosa planta, cuyo cultivo vimos evolucionar desde sacarla con pinchos una a una, pelarla a mano en días gélidos y cargarla con tornaderas a los remolques y camiones hasta la semilla monogermen, la cosechadora y las palas en los tractores; desde el riego por su pie, cerro a cerro, en pozos abiertos y con motores de gasolina hasta los pivots kilométricos, los sondeos y la automatización total. Cuentan que, en una discusión conyugal, el marido le decía a su mujer: "Bueno, bueno, te quedas con la casa, pero me dejas el tractor, los chicos y los vales de la remolacha". (No sé si hoy es políticamente correcto recordarlo, pero dicen que fue así y la cosa no pasó a mayores; se quedó en una broma más). ¡Ay, la remolacha!

Cuando yo empecé en esto del Periodismo, también en el Jurásico, como hablaba mucho de mi pueblo, me encargaron la información agraria. Por entonces, había en Castilla y León catorce (sí, sí, he escrito catorce) azucareras más el centro de recepción de Arévalo. Diez fueron cayendo poco a poco: León, Veguellina de Órbigo, Benavente, Salamanca, Aranda de Duero, Monzón de Campos, Venta de Baños, Valladolid, ACOR-1, también en la capital pucelana, y Peñafiel. En todos los casos había explicaciones, o eso nos contaban desde las empresas y desde la Junta: que si eran muy pequeñas y anticuadas ("como cafeteras, nos dijo el consejero Valín), que si así no se podía competir con Europa, que si la remolacha ya no era lo que fue, que si la necesaria concentración de sociedades? Y esto último si lo entendí, y fácilmente: se fusionaban las firmas (CiA, SGA, Ebro, etc), ganaban todas, cerraban factorías, se quedaba gente en la calle y, hala, ¡viva el progreso! Los cierres solían ir acompañados de las mejores y más edénicas promesas: recolocación, reindustrialización, aprovechamiento de los terrenos para fines maravillosos, apoyo total a las comarcas afectadas? pero luego, como decía Emilio el de mi pueblo, venían las mermas, o sea nada de nada o algo parecido. ¡Ay, la remolacha!

Y, en medio, la petición de ACOR y el deseo de muchos cultivadores de que se aumentara el cupo de esta cooperativa, que siempre ha pagado a sus socios bastante más que la empresa privada. Sin embargo, ni Ministerio ni Junta se han dado por aludidos, salvo cuando fue ministro de Agricultura el saucano Carlos Romero, que sí subió el cupo de ACOR. Pocos se lo han reconocido, y, en esta provincia, menos.

Así que, entre cierres, uniones empresariales, regulaciones, cuotas, contención de precios, la remolacha ha ido perdiendo peso e importancia en el agro provincial, regional y español. En Castilla y León, llegaron a sembrarse unas 80.000 hectáreas; hoy apenas se alcanzan las 20.000. Y bajando. Los labradores aseguran que ya no es rentable, que exige demasiadas inversiones y gastos. Y se han retirado. Han buscado otros caminos para sus regadíos, especialmente el maíz. Quedan solo cuatro azucareras: Miranda de Ebro, La Bañeza, Toro y ACOR, en Olmedo (Valladolid). En Las tres primeras, propiedad de Azucarera, filial de la multinacional inglesa British Sugar, se ha desatado la alarma ante el anuncio de la compañía de que bajara en seis euros el precio de la tonelada de raíz el próximo año. Si a 42 euros los mil kilos la cosa andaba chunga, imagínense a 36. La empresa da sus argumentos: ha caído tanto el precio del azúcar que pierde dinero. No es mala razón, pero suscita preguntas: ¿y cuando ganaba bastante, o mucho, repartía o primaba a sus suministradores de remolacha?, ¿no se le ocurren más soluciones? No es por comparar, pero los delegados de ACOR ya han aprobado fabricar en Olmedo plásticos biodegradables a partir de jugo azucarados procedentes de la remolacha. Al parecer, existe una fuerte demanda de este producto en campos como la cosmética, la farmacia y los juguetes. Y mantendrán el precio de 42 euros.

Y en esas estamos. Otro palo al campo de los mismos que han sacado de él hasta ahora buenos beneficios. Ya no sé si haremos guateques con las muchachas. Es posible que no haya remolacha que sacar. Lo dicho: ¡viva el progreso!