Igual que existe un sentido común, en la base de la cohesión social hay también un sentimiento común, que hoy está almacenado en, pongamos, medio centenar de canciones de distinto género que la gente asocia a diversos tiempos de su biografía emocional. Lograr devolver la vida a esas canciones, archivadas en depósitos profundos, a través de nuevas versiones, y activar los puntos sensibles mediante una interpretación emocionante es ya gran arte. Si además se acierta en la química de combinar esos resortes de fuerte poder de evocación con otros nuevos, o menos identificables, y con un crescendo en la dosis, sabiamente administrado, todo ello en el tiempo-espacio de un concierto, la propia emoción del público realimenta la combustión. Ésos, y una voz infinita en matices, claro, son los poderes de Silvia Pérez Cruz, hoy tal vez la más grande en su plural y muy variado dominio.