Humanos diseñando humanos, este es el fin de la cuestión, decidir si eso es admisible, si nosotros debemos determinar quiénes serán ellos, qué color tendrán en la piel y en la mirada, si serán de talante dulce o, tal vez, les asomará por las costuras la sombra de Caín. Si serán divertidos o severos, inquietos o calmados, si preferirán ser búhos o quizás alondras. Elegir su talla y su talle, perfilar las líneas de sus manos, su futuro y su pasado, dejar dicho desde el principio cómo llegarán a viejos.

El debate está en saber si debemos hacer todo lo que creemos que podemos hacer. De momento, se da por válido que un equipo de científicos chinos dirigidos por He Jiankui ha traído al mundo a dos mellizas genéticamente modificadas para hacerlas inmunes al sida. Dejando al margen lo poco de ético que tiene el asunto, dado que hay otras fórmulas para evitar la enfermedad sin trastocar la dotación genética (algo que, además, no sabemos qué complicaciones futuras puede acarrear), lo malo de todo esto es la puerta que abre sin que hayamos visto, realmente, a dónde da, a qué mundo nos lleva.

Lo que parece claro es que la transhumanización ha comenzado sin que todavía hayamos establecido en qué márgenes debemos movernos, porque si bien mucha gente entendería que se modificase el ADN humano para erradicar algunas enfermedades terribles, aún no sabemos si eso estaría al alcance de todos o solo al de quien pudiera pagarlo, con lo que la tecnología médica sería, una vez más, un motivo de desigualdad, una forma de elitismo basada en la economía, lo que finalmente nos llevaría también a la modificación del refranero haciéndolo más cruel aún de lo que suele serlo: "tanto tienes, tanto valdrás".

Nuestra sociedad parece querer confiarlo todo a la tecnología y casi nada a la ética, todo al crecimiento científico y apenas unas migajas al moral. Corremos todo lo rápido que podemos hacia ese humano "biomejorado" olvidando que toda mejora humana ha de ser a través de su educación y no a través de su alteración biológica. Que un humano inmune al sida no es un humano mejor, sino un humano que se morirá de otra cosa. Mucho más interesante, más valioso, más humano, sería alguien incapaz de matar no porque le extirpen un gen, sino porque haya aprendido, por fin, que la guerra, la violencia, la barbarie, son innecesarias, y que solo la fraternidad (a la que se llega por el camino de la libertad y de la igualdad, no de la resistencia a la tuberculosis) hará seres capaces de vivir sus vidas plenamente.