Los últimos días han estado repletos de una gran actividad social. Por ejemplo, hemos vivido los actos realizados con motivo del Día Internacional contra la violencia de género, del Día Internacional de las personas con discapacidad o del Día Mundial del Sida. En mi caso, además, he estado presente en el foro "Trabajando juntos por el bienestar de las personas", organizado por la Gerencia de Servicios Sociales de la Junta de Castilla y León, en Valladolid, y en las VI Jornadas de envejecimiento activo y saludable, de la Diputación de Zamora, sin olvidar las numerosas actividades que diariamente viene realizando ese ejército de voluntariado bajo el paraguas del denominado "Tercer Sector Social". Un sector que está constituido por entidades diversas: Cooperativas sociales, Residencias para colectivos en riesgo de exclusión social, Fundaciones, Organizaciones No Gubernamentales para el Desarrollo, Centros especiales de empleo e inversión, Asociaciones de utilidad pública o entidades singulares, como Cáritas, ONCE y Cruz Roja.

De la importancia del Tercer Sector Social en España dan fe algunas cifras. Con datos de 2016, disponemos de casi 30.000 entidades activas en las que trabajan más de 2 millones de personas entre voluntarios y empleados, cuya única misión es ocuparse de garantizar los derechos sociales y cubrir las necesidades básicas de las personas más vulnerables. Para ello, el sector dispone (datos de 2017) de unos 10.500 millones de euros, encontrándose aún por debajo de la financiación que recibía en los tiempos previos a la crisis económica. Para los próximos años las perspectivas son aparentemente positivas y se espera que la financiación del sector evolucione en consonancia con el ciclo económico, si bien queda supeditado al compromiso de las Administraciones Públicas. De no alcanzarse dicho compromiso, un nuevo estancamiento o retroceso supondría un duro golpe, con importantes consecuencias en la capacidad de acción de las entidades y, por consiguiente, en la atención directa de las personas y los ciudadanos que más lo necesitan.

Aquí, en Zamora, tenemos que estar muy orgullosos de la labor que vienen desempeñando las personas que, siendo voluntarias o empleadas, conforman el Tercer Sector Social. Conozco el día a día de muchas de ellas, el grado de implicación personal y profesional de quienes las conforman, los planes, programas y actividades que desarrollan o las redes y sinergias de colaboración que se han ido tejiendo en este ámbito. No obstante, el Tercer Sector Social debe adaptarse a los nuevos tiempos, conocer el impacto de las grandes tendencias sociales, económicas y políticas que se avecinan y, por tanto, ser conscientes de los nuevos retos que deben encararse. Entre otros, los retos que impactan en el futuro de los financiadores y los beneficiadores, sobre la manera de colaborar y ser percibidos por el resto del sector y la sociedad, sobre la sostenibilidad y estabilidad del modelo financiero o sobre la forma en que funcionan y se organizan internamente las entidades del sector. Retos que debemos enfrentar con mucha ilusión y valentía.