La primera vez que recuerdo haber sentido odio fue a los ocho años. Una señora del pueblo llamó a mi hermana "pobrecita". La única vez que me he pegado con alguien fue también a los ocho años, una niña que iba a catequesis con nosotras se había burlado de mi hermana sin que el cura de entonces, por cierto, hiciera nada al respecto. Le dije que se metiera conmigo todo lo que quisiese, pero que con mi hermana ni media. Yo había visto antes a mi abuela defender a mi hermana de la ignorancia y la maldad vecina. La primera vez que recuerdo haber sentido orgullo fue en esa matanza familiar en la que mi abuela salió escopetada por el corral para callarle la boca a unas mujeres del pueblo que estaban diciendo mezquindades sobre mi hermana. No sabes cuánto te quise ese día, abuela.

El próximo lunes, 3 de diciembre, es el Día Internacional de las Personas con Discapacidad. Yo prefiero hablar de personas con necesidades diversas. Realmente, solo de personas. Mi hermana tiene unas necesidades distintas a las mías y yo tengo otras distintas a las suyas. Mi hermana Isabel María, Isa para todos, no puede caminar, pero canta mejor que yo, resiste mejor que yo, sonríe más y mejor que yo. No he conocido nunca a nadie tan agradable como mi hermana. No he conocido nunca a nadie que sea tan feliz y tan agradecida por cada minuto de vida. Mi hermana tiene la capacidad de escuchar y reconocer sonidos que los demás ni advertimos, como el del coche de mi padre entrando en el pueblo. Esa misma capacidad la tiene para apreciar las pequeñas cosas de la vida. Y son aquellas, pequeñas cosas.

No puedo contar la de veces que me han preguntado ¿qué le pasa a tu hermana? A mi hermana nada, no la ves, sonriente e irradiando ese ansia por vivir con la que cada noche pregunta "¿y mañana qué hacemos?" Escribo este artículo desde la sala de prensa del G-20 en Argentina. A mi alrededor tengo 2.000 periodistas suficientemente sanos como para soportar este ritmo de trabajo dos días, viajados por medio mundo y con el privilegio de estar entre bastidores de una cita histórica como esta. Os aseguro que a más de la mitad quiero preguntarles qué les pasa por la cara que traen. Los veo necesitados, realmente, de ayuda. Nadie les llamaría a ellos personas con necesidades diversas. Las tienen, las tengo.

Para mi suerte, yo soy hermana de mi hermana e hija de mi padre. Dos entusiastas donde los haya. Y a mí me fascina todo esto. Estoy encantada de estar aquí. Hoy me han regalado una segunda bolsa de prensa y lo primero que he hecho es guardarla para regalársela a mi hermana en Navidad. Puedo oír ya lo contenta que se va a poner en cuanto vea este cubito portátil tan mono para poner los bolígrafos, los post-it y las notas de colores en su querido escritorio. Puedo ver el orgullo con el que irá a su asociación, Sanagua-ASPACE, y enseñará su nueva botella roja para el agua del G-20 Argentina. A mi hermana no hay nada que le guste más que ir "a la asociación". No es para menos. No es (solo) un centro de terapias, es una casa, una segunda familia.

Y lo es a pesar de su reivindicación de años (y durante años no atendida) de convertirse en un centro de día para poder atender durante más horas (ahora solo son cuatro de lunes a viernes) y de manera más completa a las personas con parálisis cerebral y discapacidades afines de la provincia de Zamora. Si alguien del Ayuntamiento, de la Diputación, de la Junta, del Gobierno nacional o de cualquier instancia con fondos públicos lee esto, por favor, considere la situación de este centro que hace maravillas con lo poco que tiene y se sostiene gracias a las esforzadas familias de sus usuarios. Si alguien con fondos privados busca invertir en una causa que merezca la pena, que cambie la vida de algunas personas, esta es una de las buenas. Confíen y apoyen al gran equipo de mujeres que lleva Sanagua-ASPACE: Marisol Codesal, Susana Gutiérrez, Yolanda Nicaragua, Senda Ríos, Vanesa Samaniego y Cristina Romasanta. A los que reman con ellas en la junta directiva: Roberto García, Charo de la Dehesa, Ramona Colino y, mi madre, Severiana Casado. A la conductora que les ayuda a conciliar, Nuria García. A todos los voluntarios y amigos de la asociación, a toda la familia Sanagua. A mi hermana y a sus compañeros, de esta y otras asociaciones, porque no son "pobrecitos". Son, todos y mucho, campeones. Campeonas.