Durante los próximos semanas y meses nos esperan muchos movimientos en el campo de la política y también en la política de campo; del campo de batalla electoral al que estamos entrando ya con las europeas, municipales, autonómicas de mayo y el posible anticipo de las generales, quizás a marzo si las andaluzas se le dan al PSOE tan bien como parece que se le van a dar más por deméritos ajenos que por méritos propios.

Esto en un escenario que muestra que España vive un momento especialmente convulso y complicado y para el que los políticos que no han sabido prevenirlo, frenarlo o arreglarlo van a convencernos de que necesitan nuestro voto como algo valioso para dar un mejor camino a nuestro futuro por mucho que sepamos por experiencia lo imprescindible que ha sido siempre cada voto de los zamoranos para el equilibrio nacional.

El mayor riesgo del ruido electoral y tanto mensaje enlatado para consumo masivo es que pueda hacernos olvidar que Zamora no vive un momento complicado y convulso sino toda una época de dramática decadencia. No voy a reiterar los datos incontestables de los que, afortunadamente, y merced a la reiteración de algunos, a iniciativas como Zamora 10 y a los movimientos de la sociedad civil que últimamente proliferan, ya todos vamos siendo conscientes, por mucho que los partidos que gobiernan por turno se esmeren en no darles visibilidad o trascendencia o sigan promoviendo, como hemos vuelto a ver esta semana sin especial indignación ni contestación política, que los territorios más deprimidos recibamos simples migajas en el reparto de los fondos teóricamente destinados a eliminar las desigualdades interterritoriales. En las próximas semanas y meses muchas cosas se van a mover y muchos equilibrios variarán, pero más cerca del día a día de lo que la "alta política" lo va a estar nunca, en la despoblada, desilusionada y desamparada Zamora, sus habitantes deberemos -deberíamos- discernir uno a uno entre quienes se muevan por un verdadero proyecto provincial de Zamora y para Zamora, por los zamoranos y para los zamoranos y los que lo hacen como cada cuatro años para salir en la foto del día electoral, sea para que sus jefes les pongan una medallita o les den una palmada siquiera telefónica desde Madrid. Sea para que sus amigos sepan que el fotografiado ya es alguien aunque sea a costa de fumigar todo lo que pudiera moverse a su alrededor. O sea simplemente, aunque no menos importante, para mirarse cada mañana en el espejo y reconocerse a sí mismo como alguien "destacado".

Conozco bien el ecosistema político. Digo con frecuencia que tuve la enorme suerte de poder entrar en él cuando quise hacerlo, aún joven, tras algunos años de actividad profesional, y poder ostentar responsabilidades insospechadas solo unos meses antes y también que creo haber tenido el acierto de mantener mi principio de que la actividad política debe ser algo coyuntural, temporal entre ciclos de desempeño profesional en la sociedad civil, cuando doce años después y de aquello ya hace otros doce, renuncié a toda actividad política salvo el leve desahogo dominical que de vez en cuando ejercito en estas páginas y en esporádicas charlas con amigos.

Con estos antecedentes siento grave preocupación por lo que veo y más aún por lo que no veo en Zamora. En la política zamorana, en las instituciones políticas zamoranas, en los partidos políticos zamoranos (lo de zamoranos en este caso es un decir). Ante tanto mirarse el ombligo, tanto parlamentario nacional y autonómico acatando el camino marcado por sus superiores y no el que necesitan sus votantes. Ante tanta promesa de sudar la camiseta y anuncios de consecución de logros, siempre en vísperas de las siguientes elecciones, pero tanto sumergirse en el silencio una vez elegidos. Ante, y esto es lo más significativo, la carencia absoluta de un modelo de provincia, inclusivo, abierto, moderno, reivindicativo y arriesgado. De ahí mi pregunta, que es la que escucho a muchos otros que no tienen el privilegio de poder publicarla por escrito en una columna periodística: ¿Y de Zamora qué?

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