Todos conocemos el cuento de Caperucita Roja, pero mucho menos el de Caperucita Contado por el Lobo. Empieza así: "El bosque era mi hogar. Yo vivía allí y me gustaba mucho. Siempre trataba de mantenerlo ordenado y limpio. Un día, mientras recogía las basuras dejadas por unos turistas sentí pasos. Me escondí detrás de un árbol, y vi venir una niña vestida de rojo. Andaba feliz y comenzó a cortar las flores de nuestro bosque, sin pedir permiso a nadie, quizás ni se le ocurrió que estas flores no le pertenecían. Naturalmente, me puse a investigar. Le pregunte quién era, de dónde venía, a dónde iba?"

Y ahora vamos a contar el cuento de nuestra Lechera: Gaza.

Érase que se era en Zamora un lugar histórico llamado Campo de la Verdad porque en él se habían batido los caballeros para dirimir la verdad sobre la muerte del rey Sancho. Al cabo del tiempo, en el legendario campo de batalla los ganaderos de Zamora se habían unido para hacer una cooperativa que llevara la inicial de su nombre "GAZA" con el fin envasar leche, y más tarde hacer yogures, nata, postres, quesos y otros productos con tan buen sabor y éxito de ventas, que acabó siendo una Sociedad Limitada para gestionarse mejor.

Eran felices en su fábrica, al lado del Duero apacible, donde pensaban ampliar la fábrica para hacer más productos, a la vez que construir viviendas para vivir o venderlas y ampliar a su vez el campo de trabajo: desde el propio del campo zamorano inicial, al del sector inmobiliario del progreso.

En esto estaban soñando como en el cuento de la Lechera, cuando hete aquí que un día el campo de la verdad se impuso al de los sueños, que se vieron amenazados por unas terribles inundaciones que pasaban cada quinientos años en los que el Duero se salía de cauce y se llevaba por delante vidas y haciendas.

Se rompió el cántaro de la Lechera, y la leche derramada empezó a esparcirse en búsqueda de los responsables de los sueños rotos.

Blanca la leche como Blancanieves, la empresa amenazada por las inundaciones del Duero y de la feroz competencia del sector lácteo, se escondió durante meses al abrigo de los enanitos zamoranos, que ponían todo su empeño en protegerla pero no llegaban hasta la altura de la Madrastra competitiva del capital.

Toda Zamora ayudaba a Blancaleches GAZA cada uno a su estilo. Los vais a reconocer: el enanito Romántico que veía en ella el verde del campo y del comercio de proximidad; el Mudito que callaba para no verse implicado; el Sabio que sabía lo que había qué hacer y no lo hizo; el Gruñón o Gruñona que gruñían cada vez más alto para no asumir su responsabilidad; el Bonachón al que engañaban otra vez por bueno; el Dormilón que alargaba el sueño para ocultar la realidad, y el Mocoso que estornuda para no hablar.

Al final, en lugar de ganar Blancaleches y los siete enanitos zamoranos para seguir en el feliz mundo del cuento de la Lechera, apareció el Príncipe Azul de un reino cercano, y se la llevó en su caballo blanco sin oponer resistencia. Y en el Campo de la Verdad quedaron los enanitos zamoranos al lado del Duero y con el cántaro roto, llorando por Blancaleches y por los sueños rotos del cuento de la Lechera.

Visto desde el lobo, el cuento podría ser así.

Como en el pueblo de Coreses -fundado en la Edad Media por mozárabes procedentes de Coria, que no son bobos- cada vez había menos habitantes, éstos decidieron hacer un polígono industrial. Y así fue que vino a recalar en él una planta eólica multinacional llamada Alstom, con 120 trabajadores, que permitió empezar a soñar a lo grande en el desarrollo industrial. Pero hete aquí que al cabo de unos años la empresa cerró y con ella se rompió el cántaro de las renovables que también se quebró en otros lugares de la provincia de Zamora.

Y en esas estaban, hasta que un día tuvieron conocimiento de que el Duero amenazaba la ampliación de la fábrica de GAZA y el negocio inmobiliario de los terrenos colindantes, y pensaron en ofrecer los restos del cántaro roto de Alstom para recoger la leche derramada. Y ni cortos ni perezosos, como muchos otros pueblos de Zamora, se dirigieron a la casa en la que vivía con los enanitos zamoranos, para ofrecerle un terreno sin amenazas de la naturaleza donde podría seguir creciendo y ser más hermosa para competir con la malvada Madrastra del capital. Y aunque Blancaleches estaba muy agradecida a los enanitos zamoranos, cada día se sentía más atraída por el Príncipe Azul de otros cuentos que prometía hacerla más feliz y más próspera. Fue así que cuando llegó el Príncipe, huyeron en el caballo salvando GAZA su honor, y dejando a los enanitos dirimiendo en el Campo de la Verdad si hubo o no traición.

En cualquier versión del cuento, la de Caperucita Roja o la del Lobo Feroz, lo importante es que Blancaleches sea feliz, y que GAZA continúe su prosperidad en Zamora, que somos todos.

Y ahora que cada uno analice quién es quién en el final de todos los cuentos: "Y fueron felices, y comieron perdices? y a nosotros nos dieron con los huesos en las narices".