Alberto Martín ha hecho realidad durante 16 años el mejor festival musical que hemos tenido en Zamora. Y lo ha hecho prácticamente solo, frente a numerosas adversidades. Tal y como hizo constar en el comunicado enviado a la prensa, ha sido una gestión voluntaria y sin ánimo de lucro. Es decir, altruista y por amor al arte.

Su habitual discreción, siempre lejos de protagonismos y deseo de figurar, ha quedado también de manifiesto en su despedida, sencilla, discreta y elegante. Nunca un comentario de de las dificultades que ha habido en todos estos años para sacar adelante cada edición. Desde hacer cola a las ocho de la mañana en la oficina de Iberdrola, reservar hoteles, el mejor microbús para transportar a los músicos y sus instrumentos, los mejores pianos, claves y órganos para los mejores músicos, el mejor afinador de teclados, las salas de ensayo para cada grupo, la mejor iluminación, ambiente y sonido, el mejor escenario para una acústica exquisita, el mejor cartelista para cada lema, cada año, cada edición. Una gestión y labor meticulosa, casi artesanal.

Bueno, también en silencio y desconocido, fiel a su habitual discreción, durante estos años ha sido necesario un duro trabajo de documentación, páginas excel, facturas, contabilidad, cuadrantes para cada institución, una tarea de cientos y cientos de horas de las que nada sabemos y que ha llevado a cabo en total anonimato su esposa Marta. Silenciarlo al final de esta etapa no sería justo.

El respaldo del Centro Nacional de Difusión Musical no fue una casualidad, sino el resultado de una valoración a fondo del Pórtico en todos sus aspectos, resultando tan positiva que supuso una decidida implicación del CNDM en el momento más crítico para la supervivencia del festival.

En estos momentos de preocupación e incertidumbre muchos alaban y se acuerdan del Pórtico y de Alberto Martín.

Por supuesto, el Pórtico debe continuar; eso sí, sin ninguna merma de su nivel en cualquiera de sus aspectos. Pero las instituciones parece que se sienten incapaces de llevar a cabo una labor que ha hecho posible una persona tanto tiempo, y se pasan la pelota unas a otras.

Terminada su etapa al frente del festival, su dedicación ahora está centrada en conmemorar y difundir la obra y vida de León Felipe, y ya han visto la extraordinaria exposición que hemos tenido en Zamora, actualmente en Madrid y con preparativos para otras sedes futuras. Un proyecto laborioso y meticuloso que también le abrió las puertas y el respaldo de Acción Cultural, del Instituto Cervantes y de la Casa de América.

Sé bien que mi escrito no es, ni quiere ser, imparcial, pero eso no le impide ser objetivo: esta ciudad tiene una deuda pendiente.

Aunque sólo sea por amor al arte.