Puede que de pronto, queridos amigos, la afirmación del título os suene un poco rara, ya que estamos muy acostumbrados a escuchar que los jóvenes son el futuro. Pero hay que decir que esto no es así. Se ha dicho también que somos el futuro de la Iglesia, que es el tema que hoy quiero plantear. Y esto tampoco es así. No somos el futuro, somos el presente. Hace poco un joven me decía que llevaba muchos años escuchando que este todavía no era su momento y, ante esto, concluía: "bien, pues cuando llegue ese momento, por favor me avisen y vendré a la Iglesia, mientras tanto no tengo ningún papel en ella". Y esto es completamente falso. Porque si esto fuera así, cuando llegue ese futuro, si es que llega, ya serás adulto y la Iglesia habrá perdido a los jóvenes y todo lo que pueden aportar y los jóvenes habrán perdido a la Iglesia en un momento crucial de sus vidas. Por eso, no somos el futuro de la Iglesia, somos el presente, tenemos ya una misión. Y la Iglesia cada vez va teniendo más claro esto. Por eso ha tenido lugar en Roma un Sínodo con este tema: La Iglesia y los jóvenes, hoy, en el presente. Y el mismo papa Francisco en una carta dirigida a los jóvenes decía: "He querido que ustedes ocupen el centro de la atención porque los llevo en el corazón (?) También la Iglesia desea ponerse a la escucha de la voz, de la sensibilidad, de la fe de cada uno; así como también de las dudas y las críticas". Y es que tenemos mucho que ofrecernos mutuamente. La Iglesia siempre necesita de nosotros, los jóvenes, de la alegría, la creatividad, la ilusión, la esperanza, las ganas de cambiar el mundo, la lucha por la justicia, el entusiasmo, la vitalidad de los jóvenes y ahora se nos pide que aportemos todo eso y mucho más a la Evangelización. Y a la vez la misma Iglesia quiere enriquecer a los jóvenes presentándole a un amigo, Jesús, que es el siempre joven y rejuvenecedor de nuestras vidas, una comunidad como ese hogar donde amar y sentirme amado, quiere escuchar sus inquietudes, sus anhelos, sus debilidades y sufrimientos para tender una mano amiga, quiere compartir también sus miserias porque todo lo humano Dios lo ama y por tanto la Iglesia también. La Iglesia necesita a los jóvenes y muchos jóvenes necesitamos a la Iglesia. Quizá desde la Iglesia tengamos que seguir reflexionando para modificar algunas cosas. Aunque también es de reconocer: la Iglesia ha dado un paso adelante y ha querido acercarse más a los jóvenes, nos llama, nos busca, nos quiere formando parte de este presente. Ahora, queridos amigos jóvenes, es el momento de dar nuestra respuesta y caminar juntos como Iglesia joven y como jóvenes que somos y nos sentimos Iglesia. Es nuestro momento. Es nuestro presente.