De forma cada vez más reiterada se da cuenta en España de violaciones perpetradas, fundamentalmente a chicas jóvenes, por ciudadanos magrebíes. No nos estamos enterando de todas, pero sí han salido a la luz pública unas cuantas, las suficientes como para hacer saltar todas las alarmas. A bote pronto, quiero recordar la violación de una chica de 19 años en Alicante por cuatro hombres argelinos. Un caso muy parecido al de la genuina Manada de San Fermín de Pamplona. Sin embargo, esa agresión sexual grupal no tuvo foco mediático alguno. Es más, las plataformas feministas permanecieron mudas, no se manifestaron al respecto, no alzaron la voz, no salieron a la calle en procesión entre carteles contrarios a estas salvajadas. Su silencio cobarde y cómplice ya desató en su día no pocas críticas.

Más recientemente, una Manada compuesta por catorce magrebíes abusó de una mujer y apuñaló a su novio en Santa Coloma de Gramanet. Nuevamente el silencio feminista se cernió sobre el suceso, mucho más tremendo, de peor jaez que el ocurrido en los sanfermines. Cabe una única explicación, que las manadas extranjeras tienen bula, sobre todo si están compuestas por migrantes y las nacionales no. Y ahora me pregunto ¿es eso justo?

No he visto en ningún punto de España, Zamora incluida, salir a gritar la indignación de las mujeres y de los hombres que nos apoyan, por la violación de Alicante y por la de Santa Coloma. Es más, se me ocurrió planteárselo a unas personas y pusieron el grito en el cielo. "¡Pobres argelinos! ¡Pobres magrebíes! Vete a saber qué circunstancias les llevaron a hacer lo que hicieron". ¡Anda, coño! Se puede aplicar la misma reflexión a los cinco miembros de La Manda española.

Esto de las violaciones grupales, desgraciadamente, se está poniendo de moda en España. Se habla de las que pueden tener tirón mediático, sobre todo si hay un joven Guardia Civil de por medio, o unos jugadores de fútbol y se callan alevosamente las que llevan a cabo los pobrecitos migrantes, tan necesitados de trabajo y de sexo. Para eso hay un colectivo, el de las prostitutas, no el de las obligadas al ejercicio del oficio más antiguo del mundo, si no el de las otras que lo eligen como modus vivendi. Sin que gracias a ello sea necesario recurrir a la violación grupal.

No se puede colocar el foco mediático en unas violaciones grupales y dejar correr otras. O qué pasa, ¿que en las violaciones también hay categorías? Se habla con mucha prodigalidad de los terribles comportamientos de la sociedad europea en general y española en particular con los inmigrantes, pero nada o casi nada se dice de la violencia, de la brutalidad que emplean cuando se reúnen en manada, bien para violar mujeres, bien para atentar contra el mobiliario urbano y con todo lo que encuentran a su paso. Es verdad que los españoles hemos sido emigrantes, pero donde quiera que fuéramos de la Europa próspera, no podíamos ni mover un dedo más allá del ámbito permitido porque de otra forma la expulsión era inmediata. Son muchas las diferencias. ¿Por qué se produce rechazo a la violencia de género cuando la perpetra un español y se silencia cuando la hace un extranjero? ¿Por qué las feministas y otras plataformas guardan un infrecuente y extraño silencio al respecto? ¿Por qué no se han pronunciado en los casos aludidos? ¿Dónde está la diferencia? Ni una palabra al respecto, ni una manifestación, ni una concentración. Nada. Las otras manadas pueden actuar impunemente. Eso es lo que nos dan a entender.