Los voluntarios del Teléfono de la Esperanza saben y se forman en la escucha activa y empática, y saben que para tener una buena comunicación y de respeto tienen que empezar por saber escuchar a las personas. Es una habilidad que todos deberíamos entrenar y potenciar en nuestra vida interpersonal con nuestra familia, con los amigos y con nuestros compañeros de trabajo, en fin, con todas las personas con las que nos interrelacionamos día a día.

La escucha es atención plena, es esforzarnos y concentrarnos en aquello que dice manteniendo una actitud de comprensión y empatía.

Es olvidarnos de nosotros y prestar toda nuestra atención a la persona que nos habla, mostrándole nuestro interés, sin juzgar, en silencio y si algo no entendemos preguntar para que nos lo aclare. Es un acto de amor y de respeto al otro.

Pero la mayor parte de veces no prestamos atención a lo que nos dice esa persona que nos habla. Debemos ser capaces de apreciar, valorar y darle importancia a los sentimientos que nos transmite y no estar pensando en la respuesta que daremos en cuanto se calle.

Lo más importante, pero difícil, en la relación interpersonal es saber escuchar. La importancia que daba San Vicente a la escucha, la plasmó en una frase: "Llevad sobre todo los ojos y los oídos, pero dejaos la lengua en casa" (IX, 247). Parecido al refrán popular: "Saber hablar es un don de muchos. Saber callar es virtud de pocos. Saber escuchar es generosidad de muy pocos". Si es urgente saber callar, más urgente es saber escuchar en actitud humilde. Sin embargo, la actitud de escucha es difícil en la sociedad actual.

Si tenemos la actitud de escucha activa provocará, y estimulará confianza y afecto en la otra persona. Se trata de aplicar la atención plena a nuestra escucha. Cuando nos damos cuenta que nos escuchan de verdad nos sentimos comprendidos y apoyados. Así que cuando alguien nos dedica toda su atención en escuchar lo que le decimos, nos volcamos, nos abrimos y le contamos cosas muy personales. También, cuando escuchamos nos pone en contacto con nosotros mismos y, al mismo tiempo, hace que desaparezcan esas barreras que nos separan del otro. Y yo me pregunto por qué perdemos tanto tiempo oyendo sin escuchar.

Decía Tara Brach : "Escuchar y recibir incondicionalmente lo que otra persona expresa es en realidad una expresión de amor".

En esta sociedad que nos ha tocado vivir, de prisas, de vida acelerada, de falta de tiempo y/o las obligaciones que tenemos o nos imponemos han provocado que la escucha activa sea un bien escaso entre las personas.

Todos necesitamos ser escuchados y comprendidos sin ser juzgados. Una escucha activa y empática potencia las relaciones positivas, auténticas, provechosas y constructivas.

Recuperemos los valores del respeto y del saber escuchar.

Cuando conversamos muchas veces nos olvidamos de escuchar activa y empáticamente y solemos interrumpir a nuestro interlocutor.

"No nos desesperemos buscando qué decir; simplemente, escuchemos. Los que hablan necesitan, primordialmente, un oyente. Una persona que sabe escuchar es bien recibida y como son tan escasos los que saben escuchar, son altamente apreciados", decía Lucila González, escritora.

El simple acto de escuchar de manera empática tiene un gran efecto sanador. Y que alguien que escucha sin juzgar puede marcar la diferencia en la vida de una persona.

También S. Covey dice: La escucha empática es estar lidiando con la realidad dentro de la cabeza y el corazón de otra persona. Estás escuchando para entender. Estás centrado en recibir la comunicación profunda de otra alma humana".

Escuchar a quienes necesitan ser escuchados es una de las principales labores del Teléfono de la Esperanza. Esta escucha es de confidencialidad y sin dar consejos, solo enfocados en escuchar atentamente, de forma activa y con empatía.

Algunas veces, en las llamadas telefónicas que recibimos, la persona nos dice:"¿Me podría dar algún consejo, por favor?" Y después, dicen: "Gracias por su consejo", pero no les hemos dado ninguno. Hemos escuchado y escuchado, y no les hemos interrumpido. Tal vez ese era el consejo que necesitaban, ser escuchados".

Y centrándome en el eslogan de este año: "Escucha al que nadie escucha, tu rechazo duele".

No sé quien dijo: "No pensemos sólo en los pobres como los destinatarios de una buena obra de voluntariado para hacer una vez a la semana, y menos aún de gestos improvisados de buena voluntad para tranquilizar la conciencia, si deseamos ofrecer nuestra aportación efectiva al cambio de la historia, generando un desarrollo real, es necesario que escuchemos el grito de los pobres y nos comprometamos a sacarlos de su situación de marginación. Estamos llamados, por lo tanto, a tender la mano a los pobres, a encontrarlos, a mirarlos a los ojos, a abrazarlos, para hacerles sentir el calor del amor que rompe el círculo de soledad."

Y el papa Francisco decía:

"A problemas sociales se responden con redes comunitarias, no con la mera suma de bienes individuales" (LS, 219).

En esta Jornada pretendemos sensibilizar y popularizar la escucha como un bien necesario en la sociedad, a toda la sociedad, pero muy especialmente a las personas que se sienten solas y aisladas, a esas que nadie escucha.

(*) Delegado del Teléfono de la Esperanza de Zamora