"Se dice, se comenta, se rumorea"; como decía un recordado periodista de televisión, como los "sesudos" investigadores del comportamiento humano, de la sociología, de la psicología, de la psiquiatría, y demás "ciencias anejas"; que el denominado "ser humano" es sociable "per natura"; afirmación, a veces, bastante dudosa, por cierto, si nos remitimos a las evidencias de nuestras relaciones con los congéneres que nos "han tocado en suerte" en los ámbitos laboral, familiares, de vecindad, de organización, etc.; pues, entendemos, salvo mejor opinión fundada en investigaciones "ad hoc", que la sociabilidad, entre otras manifestaciones del género humano, implica o supone, el comunicarse con los demás, inexcusable en las relaciones de trabajo, cuando generalmente se trabaja en equipo, y la "guapura", el "chistosismo", "el caer bien o mal", etc., hay que dejarlo aparcado a la entrada del centro laboral, pues por esos aspectos no paga la empresa o Administración Pública; y sí, por tener fluidez de relaciones, al menos "strictu sensu", para que el "producto final" de los empleadores sea el mejor posible, lo que exige que sus empleados tengan esa mínima ética y sentido de la responsabilidad de hacer bien su trabajo, lo mejor posible, para que las entidades de la que forman parte cumplan adecuada y satisfactoriamente con su "clientela", lo que contribuirá a su existencia, crecimiento y justificación de su razón de ser y de existir.

Hablar entre las gentes es, quizá, por lo tanto, una de las principales formas de comunicarse, por ser la más habitual y espontánea, lo que debiera conllevar un mejor entendimiento entre ellas y, subsiguientemente, comprensión, empatía, ayuda recíproca, etc.; pues, antes o después, nos necesitaremos, además, y sobre todo, está la propia satisfacción del escuchar a nuestros semejantes, de haber aportado una opinión, un punto de vista, una perspectiva, etc., sobre un problema, un asunto, un tema, etc., que se haya podido plantear o suscitar.

Se trata "en suma", de que el tiempo que compartamos con los demás, sea útil y aporte valor a a todos; pues es escaso y una persona mínimamente "inquieta", especialmente en los ámbitos profesionales y culturales, tiene mucho que seguir aprendiendo y disfrutando de ellos, y precisa de ese tiempo para ello; vamos, como dirían los economistas, hay "costes de oportunidad" con ese bien tan escaso; lo que debiera obligarnos a cuestionarnos con quién parlamos, de qué hablamos, en que mejora nuestros conocimientos y condición humana, etc.,; pues más de las veces las charlas son "para poner a parir" a otros que les dan "cien vueltas", para "cotorrear", para "chismorrear" y "demás".

Asimismo, los medios de comunicación son un instrumento de primera magnitud para exponer y debatir sobre todo aquello que quién lo trasmite entiende que pueda ser de interés, de reflexión, de conocimiento, etc., de sus destinatarios; y también, consecuentemente, contribuya a su mejor dotación de saberes y mejora de actitudes, para contribuir a una sociedad más satisfactoria para todos.

El mandato evangélico, obligatorio para los que se dicen católicos, como es, entre otros "el amaros los unos a los otros?.", bien resume lo que debiera ser una sociedad digna de tal nombre, basada en una comunicación sincera, fiel, respetuosa,?.; vamos como lo que queremos de los demás hacía nosotros mismos; pues eso, "apliquémonos el cuento" hacía los demás.

He dicho.