Cuando las instituciones presentan nuevos proyectos culturales, sus responsables políticos suelen citar entre los objetivos la voluntad de agotar las localidades, de atraer a un público del exterior que conozca y ponga en valor los atractivos turísticos locales, mientras el evento contribuye a crear una imagen, una marca, que asocie el nombre del territorio a la cultura o las artes. Todas estas metas han sido ya cimas conquistadas, de forma objetiva y contrastada, por el Festival Internacional Pórtico de Zamora durante sus 16 ediciones. De ahí que su pérdida sea el mayor fracaso y el más importante ejercicio de ceguera -o de sordera, si se alude al carácter musical de la cita- de las administraciones públicas en las últimas décadas. Comparable, si se quiere, a la desaparición de la antigua Bienal de Arte.

El ciclo de música antigua nació en el año 2003 mostrando a las claras sus cartas desde la edición inaugural: los primeros invitados fueron el brillante violagambista y musicólogo Jordi Savall y el prestigioso conjunto británico The Tallis Schollars. Las sucesivas ediciones permitieron a Zamora "colarse" en el mapa de los mejores encuentros europeos del género con la participación de Gabrieli Consort, La Grande Chapelle, Les Arts Florissants o Ann Hallenberg, o muy recientemente, con las actuaciones del tenor británico Mark Padmore o del contratenor hispano argentino Franco Fagioli, dos de los mejores exponentes mundiales.

Sus excelentes carteles, asociados siempre a la seductora imagen del románico escenificada en la iglesia de San Cipriano, dieron en la consecución de un "producto" musical, cultural y turístico que ha conquistado la excelencia. Asimismo, la obsesión de su creador, Alberto Martín, por ofrecer un relato evocador y diferente en cada edición ha derivado en una realidad tangible: hoy se conoce a Zamora en el ámbito de la música internacional por el Festival Pórtico.

Sin embargo, la inmaculada gestión y resultados se han visto acompañados de manera constante por la inestabilidad de su financiación y la incertidumbre de su futuro. El Pórtico ha nacido, crecido y „si no se impide„ muerto, como una iniciativa particular, expuesta a los bandazos y a la falta de un compromiso serio de los responsables políticos. Algunos de ellos encontraron por el camino la coartada de la crisis económica, no ya para reducir su aportación económica, sino simplemente para eliminarla. Justificar la decisión en el perfil "elitista" de la actividad fue en su día un pobre argumento que simplemente el paso del tiempo ha juzgado y condenado. Baste decir que las entradas para acceder a los conciertos del Pórtico han sido, con frecuencia, más económicas que buena parte de los espectáculos ofrecidos en los teatros públicos de la ciudad.

Las reacciones políticas a la clausura del Pórtico recogidas durante la semana por este diario han acabado de escenificar el problema que ha acompañado al ciclo durante toda su vida: las instituciones continúan pasándose la pelota, sin terminar de asumir en primera persona la organización y defensa del festival, evitando adoptar un compromiso que se sitúe a la altura de la categoría del festival.

Por contradictorio que parezca, cualquier incremento de las subvenciones al Festival Pórtico no haría sino acrecentar la incertidumbre, si la organización continuara recayendo sobre un particular que tuviera, como hasta ahora, que adelantar de su bolsillo los pagos oportunos hasta la recepción de la ayuda comprometida. El problema, además de económico, es de gestión y liderazgo. Zamora haría bien en importar modelos de éxito de otras provincias.

Una primera opción sería la creación de una fundación o patronato, con representación de distintas instituciones, que diera estabilidad al ciclo. Tal es el caso de la Semana de Música Religiosa de Cuenca. Una segunda alternativa, la asunción directa de la organización del festival por una sola administración, que contara con aportaciones económicas de otras. En este sentido, cabría citar el Festival de Música Antigua de Sevilla. En ambos ejemplos, la clave está en una gestión pública y una dotación presupuestaria anual, que para Zamora debería partir, al menos, de los 100.000 euros. Para ponderar la importancia de dicha cuantía en su justa medida, basta recurrir a la dotación del Festival Internacional de las Artes de Salamanca, donde la Junta de Castilla y León pone sobre la mesa más de 700.000 euros.

Entretanto, cualquier aventura personal que pueda surgir en aras de evitar la muerte del Pórtico se encontrará con las mismas dificultades que su predecesor y, en suma, con el enorme peso de tener que respetar el legado alcanzado por el ciclo durante tres lustros. Se avecinaría una segunda muerte, si cabe, más dolorosa. No es, por tanto, el tiempo de iniciativas particulares, sino de que las instituciones públicas asuman el festival como algo propio, un proyecto reforzado de forma oportuna por el mecenazgo de la empresa privada. Utilizando el lenguaje del ciclo, esa es la única "medicina" para el alma del Pórtico, su auténtico "Ars curae".