Las reglas del arte de la técnica cambian rápidamente, a pasos agigantados, los medios de transporte duplican o triplican la velocidad de hace unos pocos años; la trasmisión de la información, desde que llegó internet, ha cambiado los parámetros que existían hace décadas; las empresas y la administración no pueden funcionar sin contar con la informática, de manera que los ciudadanos, en general, y los profesionales de cualquier especialidad, en particular, necesitan actualizarse, porque si no, no podrían caminar por el mundo y se verían apeados del circulo laboral para el resto de los restos amén.

A determinadas generaciones los cambios les ha cogido a tiempo de hacer una adaptación sencilla. A otros nos ha costado más, porque veníamos de un sistema analógico y de tiralíneas, y tuvimos que hacer un esfuerzo para dar un salto, en lo posible, a lo digital y a los programas informáticos. Pero todos estamos obligados a adaptarnos, no necesariamente por aquello de la solidaridad, sino, sencillamente para seguir subsistiendo. Unos con más esfuerzo que otros, pero poniendo ganas e interés puede conseguirse. Un médico de los de ahora tiene que saber interpretar una resonancia magnética, un TAC o una ecografía, métodos que no existían, para algunos de ellos, cuando salieron del MIR hace muchos años. Un ingeniero debe saber manejar el CAD o algún programa similar para hacer cualquier proyecto. Un electricista del automóvil debe estar acostumbrado a usar un aparato de diagnosis para localizar las averías. Así, en cualquier profesión u oficio las cosas han cambiado y solo resulta posible continuar en el mercado si se pone uno al día del estado de la técnica y de la ciencia.

Los funcionarios también han tenido que adaptarse a tratar a los ciudadanos como a tales y no como súbditos, sin despacharlos con cargas destempladas y malos modos, habiéndose dejado de escuchar aquellas escenas de triste recuerdo del "vuelva usted mañana". Gracias a eso la sociedad ha ido avanzando y, al menos teóricamente, se puede vivir mejor que hace unas cuantos años.

También hemos tenido que aprender a comportarnos de una manera más aseada en el trato personal, ya que a poco que nos pasemos en la conversación alguien puede encargarse de lanzarlo a las redes sociales y ponernos a caer de un burro.

En una ciudad como la nuestra que pretende servirse del turismo como una de sus principales fuentes de ingresos no queda otra que tratar bien a quienes nos visitan, principalmente por parte del sector de servicios y especialmente del de la hostelería, porque cada uno de los visitantes va a ser un altavoz que va a trasmitir buenas o malas sensaciones y por tanto a aumentar o disminuir el número de visitantes. En este sentido hace unos días se publicaron en este periódico algunas de las quejas de gente que ha venido a conocer Zamora, donde pueden verse los puntos débiles de los que adolecemos. Algunos imposibles de mejorar, como los que se refieren a las cuestas que tiene la ciudad y al clima que nos castiga duramente en invierno, pero el resto son remediables sin demasiado esfuerzo. Bastaría con que el Ayuntamiento dedicara más atención a la limpieza y conservación de los espacios públicos y que patronal y sindicatos reciclaran a los profesionales que pertenecen al sector de la hostelería haciéndoles ver lo importante que es su trabajo, pues de su manera de hacer dependerá el futuro de ese sector, y por tanto su propio futuro. En tanto, la Cámara de Comercio podría estimularlos distinguiendo a aquellos que cumplen determinados parámetros. Cierto es que hay muchos establecimientos que han entendido esto hace tiempo y que pueden servir de ejemplo, pero a su lado quedan aún otros que no se han enterado todavía que las cosas han cambiado y que su manera de entender el negocio deja mucho que desear.

Desafortunadamente, las quejas reflejadas en aquel informe, elaborado a partir de las opiniones de los turistas, no son infundadas, pues se producen situaciones en el trato al cliente poco recomendables, incluso en establecimientos clásicos regentados por sus dueños, en los que de nada sirve no ya ser un cliente de paso sino tampoco uno de los habituales.

Salvo que lo que se pretenda sea poner el acento en la oscuridad hay que ir cargando las pilas, mejorando el que, el cómo, y el de qué manera. Conservar calles, plazas y fachadas en estado de revista debería ser una de las prioridades de este Ayuntamiento, pues, aunque se pensaba que el lamentable estado en que dejó la ciudad la alcaldesa Valdeón era difícil de superar, el alcalde Guarido ha venido a demostrar que nada es imposible. No hacer caso de una realidad que nos desborda sería un veneno de acción retardada.