No digo yo que esté mal expresar el recuerdo y el afecto a nuestros familiares y amigos difuntos llevándoles flores al cementerio, tal y como se ha hecho profusamente en estos días, según manda la tradición. Pero estoy seguro de que si pudieran hablarnos todos estos que ya partieron al otro mundo nos dirían que resulta mucho más ventajoso ofrecernos otro tipo de "flores" mientras aún somos compañeros y peregrinos en este mundo visible. El Creador de cielo y tierra, que es el mismo que nos dado la vida por más que algunos crean que somos fruto del puro azar, nos abre de par en par la puerta de esa otra dimensión que nos aguarda después de ésta más tangible. Nos ofrece una fiesta feliz sin fin que llamamos "salvación" y que nos la ha ganado la muerte y resurrección de Cristo, el Dios que se hizo carne y hueso hace dos mil años. El mismo que nos sigue ofreciendo su perdón y misericordia hasta el último instante de nuestra vida. Él nos lo da todo, se da del todo y, a cambio, solo nos pide ofrecerle el corazón.

Ahora bien, Dios nos ha creado libres para responder diciéndole "si" o "no"; no somos marionetas en su manos. Él nos inspira a caminar hacia Él, pero no nos obliga. En este sentido cabe la posibilidad de decirle con nuestra vida un "no" definitivo al amor; si hubiera quien rechazara a Dios de forma libre y consciente hasta el final, esa misma persona se condenaría a sí misma a vivir sin Él, en total soledad, en un estado que tradicionalmente hemos llamado "infierno". También puede suceder que necesitemos maduración y purificación porque nuestra fidelidad a Dios es intermitente; prepararnos mejor para verle cara a cara; es lo que denominamos "purgatorio". Por último, está la respuesta de quienes han entregado su corazón indiviso a Cristo y se esfuerzan por cumplir su Palabra; también aquellos no cristianos que, en su recta conciencia, optan por regalar flores de bien y amor durante sus vidas; ambos alcanzan la plenitud o vida eterna que llamamos "cielo".

Ahora lo que nos toca a nosotros es vivir como lo que somos: "peregrinos", aquí estamos solo de paso, somos hombres y mujeres en camino hacia ese cielo nuevo y esa tierra nueva que nos esperan. Nos corresponde permanecer en vigilancia, haciendo rendir al máximo las capacidades recibidas en favor de los demás; romper las ataduras del mal y del pecado que nos esclaviza; esperar desde la serenidad y la confianza con la certeza de que vamos a disfrutar de la felicidad que no acaba. No hay mejor consejo que este que le gustaba dar a Benedicto XVI: "tengamos la mirada fija en Jesucristo, 'que inició y completa nuestra fe' (Hbr 12, 2): en Él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano".