Que la población canina ha aumentado considerablemente en Zamora es tan real como que nunca se han visto tantos canes paseando, debidamente acompañados por sus amos, tanto por la calle de Santa Clara como retozando por parques y jardines. También tienen derecho. Son el mejor amigo que el hombre puede soñar. Creo que incluso a veces son mucho más inteligentes, desde luego más nobles y leales. La mayoría de los propietarios de estos animales de compañía son gente responsable, gente que contempla la norma puesta, que no impuesta, por el Ayuntamiento que es a quien corresponde vigilar que se cumpla por el bien de todos, de los propios chuchos, de sus amos, y del resto de vecinos que no tienen por qué soportar ciertas estampas callejeras a ras de pavimento.

Los amos y los perros, sobre todo los primeros, que en teoría son los racionales, tienen que aprender a convivir con sus convecinos. Y cuando al perro le aprieta, marca el territorio y la calle es suya, tienen que aprender a llevar bolsas o lo que fuere para recoger la freza canina en lugar de dejarla en el medio del pavimento que sea. Y eso es válido para esos otros lugares, alejados del centro de la ciudad, donde a veces se lleva a los perros para ejercitarse y hacer sus necesidades y que dejan convertido en un estercolero. Porque esos lugares, léase las orillas del Duero, los parques de la periferia o el mismísimo Valorio, son también puntos de paso de infinidad de ciudadanos. Los que pasean, los que hacen deporte, todos aquellos que gustan perderse cerca del río quizá buscando inspiración.

Se quejaba el otro día Quique, propietario de un precioso perro que es el compañero de sus días, del mal estado en que muchos amos dejan esos lugares comunes. Quique es un amo responsable y va perfectamente pertrechado para cualquier contingencia. A diferencia de unos pocos, Quique es de los que considera que debe limpiar los desechos de su perrito para evitar enfermedades y contaminación. Esa es la lectura más importante que se debe realizar. Las heces del perro se pulverizan y las personas terminamos respirando sus desechos que pueden causar infecciones.

Por un lado la sana convivencia que nos debemos procurar y por otro evitar los riesgos a la salud que está cercada por miles de virus y bacterias de todo tipo. Si es verdad, según los veterinarios, que un perro produce un promedio de 300 gramos de excremento al día y medio litro de orina, hay que estar atento y alerta. La orina es absorbida por el suelo, pero no así los excrementos que, repito, se secan, se pulverizan, se esparcen y se respiran o se ingieren en los alimentos que se consumen en la calle. Como para hacer oídos sordos a la queja de Quique y de tantas personas responsables, sean dueños de canes o no, descontentas del panorama que ven cerca de algunos perros, sobre todo en zonas acotadas en las que también deben recoger los excrementos caninos por los que circulan libres huevos y larvas de gusanos, lombrices y otros parásitos que causan estragos en el sistema intestinal humano. Eso sin contar las lesiones oculares graves que pueden causar en los niños pequeños.

Los amos de estos queridos animalitos del Planeta Azul están en la obligación de tomarse muy en serio las cuestiones apuntadas y otras muchas que pueden explicarles los veterinarios con más conocimiento de causa. Perros en la calle, sí, amos responsables, también.