Las gentes bien nacidas; escasas como todo lo poco bueno que tenemos en este "valle de lágrimas", dicho sea de paso, porque así lo quieren quienes tienen un proceder perverso con sus semejantes, por envidia, por patologías psicológicas o psiquiátricas, por su natural predisposición ha hacer el mal a sus semejantes, sobre todo si les dan "cien vueltas" por su superior categoría humana y profesional; procuran hacer lo mejor que pueden sus obligaciones laborales, ciudadanas, familiares, personales, etc., según sus condiciones físicas, psíquicas, intelectuales, de conocimientos profesionales, del entorno, de los sujetos con los que se relacionan y tienen que convivir en los ámbitos laboral, familiar, de vecindad, de relaciones humanas, etc., que tantísimo condicionan el proceder propio, al depender decisiones y comportamientos propios de la "tropa con la que nos ha tocado lidiar", ¡señor, señor"; y muchas veces habría que decir aquello de ¡vaya tropa y que vienen los nuestros?!

Una manifestación, de lo que debiera ser el ejercicio mínimamente ético y profesional de las competencias y subsiguientes responsabilidades, es el facilitar al destinatario de nuestros quehaceres laborales el cumplimiento y satisfacción de las solicitudes, las demandas, las necesidades, etc., pues la educación, la empatía, y los salarios y demás compensaciones económicas y no económicas que perciben por actuar "como Dios manda", y así quisieran que los demás actuarán con diligencia, respeto y consideración, así lo demanda.

Por lo tanto, los buenos profesionales, que saben, porque han estudiado honestamente, con dedicación, con esfuerzo durante su etapa de formación académica y están al día en sus conocimientos, que tienen buena voluntad, resolverán con conocimiento de causa, con prontitud y acertadamente, los requerimientos de su "clientela", satisfaciendo su problemática, lo que conlleva una vida más feliz para todos.

Así, y en el ámbito de la realización de las competencias que legalmente tienen atribuidas las Administraciones Públicas, de "todo pelaje", su personal tiene la obligación moral y legal de tratar al ciudadano con deferencia, con la ayuda que precise, con la corrección de trato que se merece, con la diligencia que el exacto y riguroso cumplimiento del deber demanda, etc., evitándole molestias, trámites y "polizas" innecesarias; y sí procurando informarle cumplidamente de todo lo que precise para formular una solicitud, una demanda, etc., para ver cumplida sus expectativas y derechos en su caso; pues no todo el mundo controla la informática, Internet, tiene ordenador en su casa, etc., y piensen que si todo se hace electrónicamente, la mayoría de los funcionarios sobran.

Y han de cumplir el ordenamiento jurídico los empleados públicos cuando la Ley 39/2015 del Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones Públicas obliga a ayudar, a facilitar, a cumplimentar todo lo que requiera el ciudadano respecto a sus peticiones a la Administración Pública cualesquiera que ésta sea; como estable su preámbulo?.. y artículo 12, "Asistencia en el uso de medios electrónicos a los interesados"; artículo 13, "Derechos de las personas en sus relaciones con las Administraciones Públicas"¸ que en su apartado e) expone, literalmente "A ser tratados con respeto y deferencia por las autoridades y empleados públicos, que habrán de facilitarles el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus obligaciones"; como "la obligación de resolver", art. 21º.

Hay que evitar la pésima fama de los ejercientes de la función pública en su relación con la ciudadanía; sus auténticos "jefes" por ser con el pago de sus tributos quiénes le financian sus emolumentos; evitando, entre otros pésimos comportamientos, "el vuelva usted mañana" que ya fue puesto de manifiesto en el siglo XIX, 1833, por Larra, en la revista "El Pobrecito Hablador"; y que, de alguna manera, posteriormente, pretendía evitar la Ley de Azcárate de 1889.

Procúrese, pues, el "no vuelva usted mañana", al resolver a la ciudadanía su "papeleo" en el momento de su presencia en las oficinas públicas.

Nada más que decir.

Cúmplase.

Marcelino de Zamora