Felipe II, antes de ser rey de España, fue rey de Inglaterra e Irlanda al contraer matrimonio el 25 de julio de 1554 con la reina de Inglaterra María Tudor. Este derecho a la Corona, "iure uxoris" (por derecho de su mujer) duró hasta el 17 de noviembre de 1558, fecha en la que falleció María I de Inglaterra. Para entonces, Felipe II ya era rey de España por renuncia de su padre Carlos I que se retiró al Monasterio de Yuste.

Cuenta la historia que, en las vísperas del matrimonio del príncipe Felipe con la reina de Inglaterra, quiso antes de embarcarse en La Coruña, impetrar la bendición de los Santos Ildefonso y Atilano, a lo que expresamente vino a Zamora a principios de junio de 1554, hospedándose en el Palacio del Conde de Alba y Aliste.

Con este motivo, se repitieron las fiestas que recientemente se habían hecho en Toro, compitiendo en los arcos, torneos, luminarias, toros y cañas. Hubo gran solemnidad en la adoración de los Cuerpos Santos, a cuyo efecto se instaló el tablado de costumbre con representación de la ciudad y la Cofradía de los Caballeros Cubicularios.

Ofreció el Príncipe a la iglesia, para un frontal, la gualdrapa de su montura, que era muy rica en bordados y perlas, y también obsequió un cáliz para la Virgen de la Concha, Patrona de la Ciudad.

Marchaba el Príncipe hacia La Coruña haciendo jornadas cortas, cazando por el camino y recibiendo a las gentes que salían en los pueblos a ofrecerle sus respetos; entre ellas Rodrigo de Vivero, que estaba en Villalpando con sesenta hombres de armas de la Caballería de S.M., desfiló lucidamente ante el regio viajero.

Se detuvo don Felipe en la villa de Benavente, donde el Conde, siguiendo la tradición de sus antepasados, dio notable hospitalidad a la real persona, con tanta pompa que eclipsó a las ciudades por las que ya había pasado.

Carlos V decidió la boda de su hijo Felipe de España, viudo de su primera esposa María de Portugal y padre del infante Carlos, con María Tudor, que era trece años mayor que él y su tía en segundo grado. En el trato diplomático se especificaba que Felipe no sería nunca rey efectivo de Inglaterra, sino solo rey consorte, pero que le hijo que naciera de esa unión sí reinaría en las dos naciones: España e Inglaterra.

Poco tiempo después de la boda, María empezó a dar señales de encontrarse embarazada. Las damas de la corte certificaron la falta de menstruación de la reina y un aumento en su cintura. La reina estaba feliz, el rey también.

Al final, todo quedó en una mentira, los meses pasaban y la reina no daba a luz, los médicos que pudieron tener acceso a ella dudaban de que estuviera embarazada. Su marido que no había vuelto a tener relaciones, esperaba sin saber que hacer o decir, dudando del embarazo y deseoso de volver a sus territorios.

Cuando se confirmó el embarazo psicológico de María, Felipe II abandonó Inglaterra y no volvió jamás, ni siquiera cuando unos años después María Tudor murió.

El pretexto de este embarazo pudo ser el profundo enamoramiento que sentía por Felipe y su fervoroso deseo de tener un hijo suyo.