No está demostrado que España sea el país donde mejor se vive; pero sí el lugar del mundo en el que se vivirá más tiempo. Esto último sostiene, al menos, un estudio de la Universidad de Washington en el que se calcula que para el año 2040 los españoles serán los más longevos de entre todos los habitantes de la Tierra.

Ocupamos ya el cuarto lugar, pero los investigadores americanos han llegado a la conclusión de que apenas tardaremos dos décadas en superar a Japón, Suiza y Singapur, que ahora lideran el ranking de ancianidad del planeta. Casi 86 años de vida vamos a alcanzar para entonces los españoles.

Portugal se sitúa, con 84,5 años, en el quinto lugar en esta liga de los jubiletas, lo que acaso hable a favor de los aires salutíferos de la Península Ibérica como causa de tan felices pronósticos. Los autores del informe se limitan a citar, como posibles explicaciones, la genética, los buenos cuidados sanitarios y los hábitos generalmente considerados como saludables.

Algo de eso habrá, aunque cuesta encontrar similitudes entre Japón, Suiza y España, los países punteros. Con los japoneses compartimos la afición al pulpo y el alto consumo de pescado; pero en modo alguno el nada sano hábito de trabajar como posesos que caracteriza a los nipones. Tampoco nos parecemos gran cosa a los suizos, salvo por el hábito que algunos españoles practican de guardar su dinero en los bancos de ese país. Por lo demás, la longevidad de los vecinos de la Confederación Helvética está bien fundamentada. La receta consiste en tener mucho dinero en la cuenta, relajantes pastos y una tradicional neutralidad a prueba de bombas y de guerras. Todo eso contribuye a sosegar los nervios y aliviar el estrés, que es la enfermedad de nuestro tiempo.

Por lo que toca a España, suelen alegarse las bondades de la dieta mediterránea como factor fundamental. A estas ventajas de orden dietético habría que agregar aún la condición de bon vivants que caracteriza a los españoles, por más que los centroeuropeos tiendan a vernos como vividores en el mal sentido de la palabra. Más allá de las pequeñas diferencias entre reinos autónomos, los vecinos de España coinciden en el gusto por las relaciones sociales, la cañita, el vino y las demoradas tertulias de sobremesa. Todo un programa de vida que excluye, además, la afición casi fanática al trabajo propia de otras naciones.

Probablemente esto contribuya a esclarecer el inesperado primer puesto que los expertos demográficos de Washington pronostican a los españoles en la liga de buenos vividores que más años viven. En algo teníamos que ganarles a los Estados Unidos, que ocupa un mediocre puesto 43º en la clasificación de ancianidad, justificando así el título: "Este no es país para viejos" de la película de los hermanos Coen. España sí va a ser un enorme geriátrico al aire libre. Falta saber cómo se pagarán las pensiones de aquí a veinte años, pero tampoco hay que ponerse en plan cenizo. Retrasamos la jubilación a los ochenta y asunto arreglado.