No sé si la gente sabe hasta qué punto está en juego su derecho a la verdad de las cosas en el asunto del asesinato del periodista Jamal Khashoggi. Pero confiemos en que al menos los periodistas sí sepan hasta qué punto está en juego su profesión en un asunto así. Dando esto por supuesto, debería ir poniéndose también el punto de mira en los encubridores, que no están sólo en Arabia Saudí, sino en cualquier lugar en que alguien da por buenas versiones tan infumables que las propias fuentes árabes se ven obligadas a desmentirlas en seguida y a inventar otras. E incluso en los sutiles silencios de los que callan, minimizan, distraen la atención, miran a otro lado o evitan el nombre del asesinado en ocasión propicia para ello. Atención, no es sólo justicia, es también necesidad, y oportunidad, de trazar una gruesa línea roja de lo que una sociedad no está dispuesta a pasar por alto.