Cuán difícil ha resultado siempre, por lo menos desde que el mundo es mundo, ser mujer y no morir en el intento. Ante hechos deleznables como el ocurrido el pasado lunes en Zamora, las mujeres nos damos cuenta de lo poco que han cambiado las cosas con respecto a nosotras. Yo no voy a ser de aquellas que 'tipifican' a todos los hombres por igual. Es un error inadmisible. Yo entiendo que hay hombres y 'ombres'. Los hombres, con h, se visten por los pies. Los 'ombres', sin h, son como el individuo de marras detenido por violar presuntamente a una joven de 23 años.

Ya han salido voces hablando de que tiene que tratarse por fuerza de un 'enfermo'. Estoy de ese tipo de 'enfermedades' hasta el moño y un poco más arriba. Estoy hasta el moño y un poco más arriba de aquellos y aquellas que pretenden justificar o disculpar ciertas actuaciones que no son sólo machistas, son actuaciones animales, propias de seres irracionales, y ni si quiera eso. Los animales se rigen por códigos de conducta que ya quisieran figurar entre los a veces mal llamados seres humanos.

Las acciones llevadas a cabo y lo que a mayores pretendía el presunto, que ha reconocido los hechos, es de película de horror. Sólo que la realidad supera siempre a la ficción. Me pongo en la piel de la víctima y me estremezco. Y gracias a Dios que el individuo en cuestión utilizó el cuchillo de cocina sólo para intimidar, si le da por clavárselo a la joven, estaríamos lamentando una muerte absurda. La joven fue valiente, como entiendo que hay que ser ante situaciones iguales o parecidas, y en el momento en que encontró la ocasión acabó con su calvario. Hay que reconocer igualmente que la actuación de los testigos fue decisiva. Es de agradecer que en cada persona, conocida o no, hombres y mujeres, encontremos, sobre todo en casos de dificultad, a nuestro prójimo. Son unos héroes anónimos a los que hay que decirles: gracias.

Estoy hasta el moño y un poco más arriba de tanto 'salido' como pulula libremente por ahí. Malo lo de estos especímenes, peor son los que ni dentro ni fuera del trabajo, de la comunidad de vecinos o del círculo de amigos dejan de ejercitar el acoso sobre la víctima propiciatoria elegida. Algún día, las mujeres de Zamora, nos tenemos que envalentonar, perder esa resistencia a hablar y contar todo lo que sabemos o lo que padecimos por el acoso perpetrado por algún jefe, por algún compañero de trabajo, por algún vecino, por algún presunto amigo. Algunos deberían estar rezando, porque en cuanto se les desenmascare, no van a encontrar lugar en el que meterse. Sé bien lo que digo. Falta decir de quién lo digo.

A pesar de los esfuerzos feministas, algunos errados, las mujeres no hemos dejado de ser esos obscuros objetos de deseo en los que nos han convertido tantos hombres, de esos que se tiran al bulto, a una escoba con faldas si es preciso, y dejan la sensibilidad, la inteligencia, el talento, la feminidad aparcadas en el desierto. Como si las mujeres sólo fuéramos culos y tetas. Bastante más arriba tenemos un órgano llamado cerebro y en el lado izquierdo otro órgano llamado corazón que es de madre, de hermana, de amiga de verdad, y no algo sin vida que ni siente ni padece.

Nosotras pedimos respeto. Puede que algún día, nosotras gobernemos el mundo. Más les vale que lo hagamos sin rencores porque de otra manera algunos las iban a pasar canutas. Y cuando hablo de nosotras, hablo de las que vamos por la vida en vertical, nunca en la horizontal que algunas emplean para lograr sus objetivos.