"¿En qué se parece el fútbol a Dios? En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales". Así se expresaba el escritor uruguayo Eduardo Galeano en uno de sus libros sobre el deporte rey. Y, efectivamente, a pesar de la desconfianza de aquellos que creen necesario mantener el intelecto alejado de los burdos entretenimientos ideados para las masas, el fútbol es para muchos una exigencia espiritual, una forma de evasión a los problemas cotidianos, un camino para ahuyentar las preocupaciones laborales, personales y familiares, pero también un sentimiento irracional; la sensación de pertenencia a un colectivo, un ejercicio de fraternidad que funciona impulsado por el amor a unos colores que, por lo general, no representan unos ideales o una forma de entender el mundo, sino el vínculo a un territorio; un barrio, una región, una ciudad o un país.

Aunque puede generar cierta belleza, no es el fútbol el deporte más estético, ni el que requiere mayor complejidad táctica, ni el más exigente en lo físico. Pero posee algo que no tienen los demás: el clímax, el gol, el momento en el que todo cobra sentido. En el fútbol, a diferencia de otros deportes de equipo, la puntuación es raquítica, escasa, raras veces alcanza dobles dígitos, en ocasiones es nula. El gol provoca por lo tanto reacciones de alegría extrema; el paroxismo de la euforia, la locura colectiva. No obstante, el fútbol cuenta además con otro componente que lo hace único: el hecho político, entendido este como la implicación de la ciudadanía en un asunto común. El Zamora C.F. es un buen ejemplo de ello, pues se trata de un club que actúa desde hace muchos años, casi cincuenta, como canalizador de los sentimientos zamoranos y lo que estos implican: humildad, sencillez y sobriedad, pero también desdicha, olvido y pobreza. Se trata, en otras palabras, de una enseña que muestra y potencia la imagen de Zamora a través de los medios.

Todo ese poder mediático que el fútbol es capaz de generar ha quedado más que demostrado durante los últimos días gracias a la campaña de promoción de la nueva equipación del Zamora C.F. La fuerza de arrastre del balompié ha sido aprovechada desde hace ya muchos años por algunos paladines del capitalismo a través de la venta de camisetas con el nombre y el número de los jugadores a fin de que los aficionados puedan lucir con orgullo la vestimenta de su futbolista favorito. Sin embargo, resulta sorprendente que esta estrategia pueda funcionar con un equipo de Tercera División, como ha sucedido con la nueva elástica del Zamora C.F. La repercusión de su lanzamiento ha sido tal que la camiseta se ha hecho viral en toda España y parte del extranjero, consiguiendo así una visibilidad a la que ningún club de categorías amateur aspira. El Zamora se ha dado a conocer al mundo gracias a una maniobra publicitaria magistralmente orquestada y que ya está generando beneficios que van desde el reconocimiento de la "marca Zamora" hasta la recaudación que las ventas de la camiseta están reportando. La fórmula del éxito ha consistido en un diseño atrevido y no exento de simbolismo que ha causado sensación en el mundo del deporte: la representación del sistema circulatorio y la fusión del mismo con los colores y el escudo del Zamora. Un dibujo impactante que la firma Kappa ha ideado en exclusiva para el club. Una campaña que, en definitiva, aglutina todo aquello que escaseaba en Zamora: iniciativa, originalidad y riesgo. Una jugada maestra muy bien distribuida a través de las redes sociales que ha de servir de ejemplo para otros estamentos de la ciudad.

Ahora solo falta que lleguen los resultados en el terreno de juego, porque en los despachos, la directiva y sus asesores publicitarios ya han metido su primer gol; un golazo que me empuja a adaptar la cita de Galeano que abre este artículo. "¿En qué se parece el fútbol a Dios? En que es capaz de obrar milagros."