La Feria Ecocultura ha cumplido este año su décimoquinta edición. Quince años a lo largo de los cuales se ha convertido en toda una referencia de este tipo de certámenes, como lo es la propia agricultura ecológica en la provincia de Zamora. Todo un milagro por parte de los organizadores de la feria promovida por parte de la Diputación Provincial de Zamora, que este año ha vuelto a contar con el favor del público durante el puente del Pilar.

Lo ecológico no es una moda: equivale a la cada vez mayor concienciación del consumidor que busca calidad, aunque también precios razonables. El consumo de este tipo de productos ha crecido un 60% durante los últimos años en España. Cada vez más productores destinan sus cultivos a la alternativa a la agricultura tradicional: casi 10.400 hectáreas en la provincia de Zamora se dedican a esta actividad en la que están implicados 198 operadores, de los 600 en toda Castilla y León. La provincia exhibe músculo cada año en Ecocultura, que en su feria número 15 ha superado el centenar de expositores de toda España y de Portugal.

La producción agrícola y ganadera, a corto plazo, solo cabe concebirse desde un concepto sostenible, compatible con la preservación del medio ambiente. Puede ser un buen motor de desarrollo para territorios como el de la provincia de Zamora, aunque a decir de sus productores, aún necesite estímulos y ayudas que ahora perciben casi exclusivamente los productores tradicionales.

El campo vuelve a transformarse, en otra más de sus reconversiones silenciosas que tantas víctimas deja por el camino y surgen, inevitablemente, las polémicas sobre esos modelos de futuro. Frente a las alabanzas unánimes a la producción ecológica, se encuentran ahora en el disparadero las explotaciones ganaderas y, en concreto, el sector del porcino debido al interés demostrado por firmas de fuera en la instalación de las denominadas macrogranjas contra las que han alzado las voces los movimientos ecologistas pero también los propios vecinos de los pueblos, hasta el punto de que ya más de un ayuntamiento ha elaborado ordenanzas para prohibir la instalación de las explotaciones de cría intensiva en sus municipios.

Muchas de esas firmas que buscan ahora territorios donde asentarse huyen de la "colmatación" en comunidades como Cataluña, debido a la concentración de este tipo de macrogranjas y sus peores efectos. Al mismo tiempo, las organizaciones agrarias de peso en la provincia y la propia Junta de Castilla y León alertan contra la "demonización" de un sector del que viven actualmente 15.000 personas en las 5.000 explotaciones que existen en Castilla y León. Ganaderos y administración presentan batalla contra lo que califican como el sector más radical del ecologismo, asegurando que cualquier instalación cumple con la más estricta legalidad en materia de emisión de nitrógeno y que existen proyectos de investigación para reducir los niveles de amoniaco que también producen este tipo de explotaciones. Los vertidos de granjas donde se crían más de 2.000 cerdos al mismo tiempo suponen, para sus detractores, una auténtica bomba de relojería si los purines acaban contaminando tierras y descienden a los acuíferos. Hasta ha sido requerida la opinión de la Unión Europea, cuya Comisión no ha entrado a debatir la cuestión por entender que no se producía vulneración alguna en materia que fuera competencia europea.

La polémica de las macrogranjas de cerdos no es exclusiva de Zamora tras haberse manifestado el conflicto en las primeras afectadas. Cataluña y Aragón. También se escenifican las mismas batallas en provincias de Castilla-La Mancha. El conflicto se extiende por lo que se conoce como la "España vacía", las condenadas por el envejecimiento y la población con el argumento de que sobra territorio. Y seamos sinceros, con las previsiones del INE, sobrará más a corto plazo. La polémica recuerda a la vivida a principios de los 90 cuando Zamora, por las mismas razones de despoblación y, en el caso citado, por sus características geológicas, fue señalada como candidata a albergar residuos nucleares. Aunque la comparación suene exagerada.

El sector del porcino es clave como producción y generación de empleo a juzgar por los datos que manejan ganaderos y administraciones. Sin embargo, la proliferación y la concentración de este tipo de explotaciones puede generar serios problemas, e incluso dañar a los negocios de tipo familiar. La solución, probablemente, se encuentre en un modelo sostenible, el único posible, que encuentre el equilibrio en granjas de tamaño más razonable, con una gestión biológica en el tratamiento de los purines. Un modelo que se ensaya en países como Alemania, pero que entraña un mayor gasto en investigación sobre los deshechos y la explotación en sí.

Pero tanto en el fondo de las bondades de la producción ecológica como en la guerra del porcino subyace un problema común que tiene como consecuencia directa esa economía zamorana en bucle. La producción ecológica agrícola zamorana es la mayor de la región. La cuestión a responder es si la transformación de esos productos, salvando los más desarrollados como el queso o el vino, y su comercialización, están resueltas para que el valor añadido quede en la provincia y no vaya a parar a otras donde sí se instalan las industrias transformadoras. En el otro extremo de la polémica, cierto es que, tal y como aseguran las organizaciones ganaderas, en la década de los 90, Zamora era la mayor productora de lechones. Salvo que el salchichón lo seguían fabricando en Vic. A lo largo de más de tres décadas la provincia no ha sabido o no ha podido solventar lo que se conocía como "cierre del ciclo del porcino". A cambio, surge un conflicto interno fruto de la presión de grandes firmas que volverán a reproducir una situación que se intentaba revertir para que el valor añadido del producto quedara en la misma tierra donde se iniciaba la cadena.

Esta misma semana se inauguraba la primera planta de envasado en Castilla y León de otro producto del campo que ha surgido con fuerza en el mercado: el pistacho. Existe también una cooperativa en Toro dedicada al mismo fruto seco que, a la espera de culminar también su proyecto en el mismo sentido, lo vende a un tercero. La agricultura y la ganadería se reinventan por las nuevas exigencias del mercado, por la adaptación al cambio climático y a la necesidad de reducir emisiones. Existe un gran caudal que conduce a la aplicación de nuevas tecnologías en la producción de lo que antes se conocía como "sector primario". Pero lo que es imprescindible es trabajar en la transformación para el completo desarrollo del potencial agroalimentario de la provincia.