Hace pocas noches acudí a un partido de fútbol sala, con el alivio de la victoria entre en el polideportivo, me senté y me puse a disposición de la emoción. No sin antes hacer un repaso a los jugadores... Y también a los árbitros. Sólo estuve el primer tiempo, las obligaciones condicionan y abrazan la prisa sin sustancia. Al salir del polideportivo comenzamos a caminar: Flor de loto, Carmen y yo. Durante el paseo se gestó una conversación muy profunda. Sí, con el temperamento natural del viviente, comenzamos a hablar de la parca. ¿ Realmente, qué es la vida? ¿Un moderado intento de resistencia que extenua la fortaleza con la vejez? La enfermedad es un camino abreviado para llegar a la muerte. Al igual que las cuestiones derivadas del destino: accidentes, intoxicaciones... La vida es nuestro antepasado más próximo; muy heroína no debe ser. Se queda muerta, sin razones, ni justificaciones. Además de darnos la espalda de un modo singular, nos obliga a sufrimientos y pasiones, sin tener en cuenta nada. Qué contradicción.

Nuestra vida proviene de dos seres que se amaron. En todas las vidas hay una huella de amor, aunque la verdad, todo pasa tan rápidamente... Cuando estimas que la vida es una idea, y que nada va a ningún lado, te das cuenta que la argumentación no vale para nada. Hay discursos que nacen acabados. Sí, el discurso de todos los vivientes. Evidentemente es una opinión subjetiva, comparto pensamientos, no reparto dogmas.

Aunque nuestra vida vaya impulsada con voluntad, no debemos olvidar que la vida duda y la muerte afirma. No está de más vivir intensamente, igual mañana, nuestra existencia es un recuerdo. Y qué nos quiten lo bailao...

¿Es necesario ser?

El ser esclaviza, obliga a no ser, es una seducción de corto recorrido, en el momento que somos, dejamos de ser. La acción sonora del verbo ser es muy potente, tan potente que nos obliga a proclamar nuestro nombre hasta la muerte.