Los incendios en España son bastante frecuentes. Y muchas veces las autoridades publican el convencimiento de que son intencionados. Nunca he sido capaz de comprender un incendio, como tampoco puedo entender un daño "por dañar", es decir sin que reporte beneficio al que produce el daño. En ese sentido sí soy capaz hasta de entender el robo -aunque no lo apruebe ni mucho menos-, puesto que el ladrón pretende conseguir un beneficio. Hubo un tiempo en el que algunos defendían que los incendios procurados en Galicia se debían al interés de algunos agricultores o ganaderos que entendían el bosque como un grave perjuicio para la agricultura o la ganadería del lugar. Siempre estuve de parte de quienes opinaban que ese móvil era un tremendo error, porque el bosque no dañaba a esos aspectos de la vida local.

Ahora se está produciendo un incendio en la provincia de Pontevedra. Tengo amigos gallegos y me duele todo lo que suponga un perjuicio para ellos. Viví los dos primeros años de la carrera de Filosofía y Letras dando clase de Latín a varias alumnas de la Facultad, la mayor parte gallegas. Lupe, que fue la primera y reunió a las otras, ha sido amiga de toda la vida desde entonces; y es de Vigo. He pasado un mes de verano, seguramente el mejor, en la localidad pontevedresa de Porto Novo. Por eso, seguramente, me duele de manera especial un fuego en esa provincia de Galicia. Pero es general lo del fuego y mi dolor cuando se produce.

Y es muy frecuente, también, que se diga que hay que prevenir el fuego para que no se produzca y que las autoridades se esfuerzan en la prevención del fuego. Sin embargo, mi impresión es que, por mucho que se lamente la aparición del fuego, eso de la prevención no se lleva a cabo. Entiendo que se debería tener más cuidado en ese asunto. Se dice que muchos incendios son "provocados". ¿Quién los provoca? En rarísimas ocasiones nos enteramos de quién provocó tal fuego. Y en esos casos, el castigo que se le impone al incendiario es mínimo. Ni siquiera se nos muestra su cara, cuando sale del juicio. En esto ocurre igual que con otros tipos de delitos: se permite que el infractor vaya siempre con la cara tapada; y eso es por ley. Mi opinión es que todo delincuente debería poder ser conocido por la ciudadanía. ¿Es lógico que se prefiera la intimidad del delincuente a la seguridad de toda la sociedad?. Porque entiendo que todos deberemos estar en disposición de poder impedir que determinadas personas puedan delinquir, porque podemos impedir sus malas acciones antes de que las cometan. Si se conociera al incendiario, ¿sería posible que éste pudiera acceder tranquilamente al lugar donde comete el delito, sin que algún vecino se lo impidiera? Y así con cualquier delincuente.

Esa debería ser la primera medida para la prevención. Una vez cometido, es imposible que se impida que tal incendio suceda; pero hay que prevenir que se cometan otros. Y es importante que la sociedad conozca al delincuente; y que otros posibles delincuentes sepan que la sociedad se fijará en ellos, si cometen el delito en lo sucesivo; porque no se permitirá que vayan con la cara cubierta, una vez descubiertos y sancionados.

La prevención, en el sentido expuesto debería llevarse a cabo por medio de unas sanciones fuertes contra el incendiario descubierto. Las penas se prisión deberían ser tan duraderas como la posibilidad del individuo para cometer otros delitos; no cadena perpetua, pero sí cadena por un tiempo más duradero. Ha sido un malhechor en perjuicio de gran parte de la sociedad; hay que evitar que vuelva a perjudicar a muchas personas.

Otra medida de prevención sería obligar al incendiario descubierto a tomar parte, en lugar duro de trabajo, en todos los incendios que se produzcan en varios años, y que se los vea trabajar en lugar peligroso o duro. De ese modo se obligará a posibles futuros incendiarios a que contemplen con "espanto" lo que les pasaría a ellos, si deciden incurrir en la misma pena que está sufriendo el actual incendiario. Son las medidas que (entiendo) son asumibles para una verdadera prevención de posibles futuros incendios. Ahora: sin ver la cara del delincuente, con unas penas mínimas y, si acaso, enterándose desde la cárcel de cómo se desarrolla algún fuego, sin participar en la extinción del mismo, la prevención parece nula o poco menos.