El género periodístico "Así se fastidió todo" es habitual en revistas de sentimientos o en "¡Hola!", el arquetípico "Así se separaron Paquirrín y Paquirrina". Ahora bien, cuando la página web de un periódico con barba repite el "Así se..." en titulares adyacentes, queda claro que la fórmula se contagiará pronto a todos los sucesos. Jamás he leído una pieza con ese encabezamiento definitivo que aporte las claves que promete. "Así llegó Sánchez a la Moncloa", en coche. Y "Así se formó el Gobierno", llamando a los futuros ministros por teléfono.

Es muy posible que este artículo brillante elimine para siempre el "Así se..." de los medios nacionales, pero incluso este resultado prometedor dejará incompleta nuestra tarea pedagógica. Seguirán vigentes otras ahincadas etiquetas del periodismo paranormal, del estilo de "Diez razones para..." , "Cómo lograr un...", "Lo que usted no sabía..." y el personalizado "¿Por qué lleva usted tres años sin tener relaciones sexuales satisfactorias?" Intente encontrar una sola página informativa que no contenga uno de estos latiguillos. O dos.

El periodismo de éxito se está reduciendo a los eslóganes de teletienda, se supone que desde el firme propósito de seducir a la audiencia de este vicio de madrugada. Antes se trataba de exponer, ahora de imponer categóricamente, porque quién se resistiría a un "Así son las cosas y de ninguna otra manera". Una regla elemental de los tiempos primitivos aseguraba que, cuanto peor es el artículo, mayor embellecimiento requiere el titular, un criterio aplicable a las estrellas hollywoodienses en declive. Los textos bajo el epígrafe abrasador de "Usted es un ser despreciable si no lee esto" apuntan a un catálogo de manualidades, puro bricolaje intelectual. El pragmatismo apabullante sugiere engañar al lector desde el principio, para despreocuparse del resto, donde la categoría residual incluye el contenido. Así que así se escribe un artículo.