Todo ciclo profesional, como el vital, tiene un final, lo cual, normalmente, es motivo de júbilo; cuando la enfermedad; y el desenlace, que a veces conlleva; no lo ha acortado respecto a lo previsto en la normativa reguladora laboral. Por todo ello es muy conveniente que, sin obsesionarse, pero sí pensando y reflexionando sobre ello, lo tengamos en cuenta para que cuando llegue tal momento el balance sea lo más positivo, lo más satisfactorio, lo más productivo, lo más servicial para la sociedad y, especialmente, para los que han sido destinatarios de nuestros quehaceres hayan visto resueltas óptimamente sus demandas, necesidades y expectativas.

Tener la conciencia del trabajo bien hecho, de haber mantenido unas relaciones mínimamente correctas y presididas por la educación, el respeto recíproco, el apoyo y comprensión mutua; con quiénes hemos compartido y, en algunos casos, dirigido, el tiempo de trabajo; siempre muy difíciles, delicadas, etc., pues no los elegimos; será motivo de satisfacción y alegría, como de tener la conciencia tranquila; lo que nos permitirá el goce pleno de un merecido descanso después del "duro bregar" durante muchos años.

Es por todo ello; como en todos los órdenes de la vida; que segundo a segundo y, cualesquiera que sea el momento del ciclo vital donde nos encontremos; hagamos balance de nuestro proceder, para evitar perjuicios propios y a los demás, para arbitrar cuantas medidas haya que tomar para enmendar errores, disfunciones, para mejorar y optimizar nuestras actuaciones, para conseguir con más eficacia y eficiencia los objetivos profesionales y de otra naturaleza que las obligaciones de todo tipo que tenemos en la vida sean adecuadamente cumplidas.

Hay que tener en cuenta también, que además del esfuerzo propio, las metas precisan de la concurrencia de quiénes conforman el equipo de trabajo, de su buen hacer, de su diligencia, de su preparación, de su sentido del deber, del compartir, de colaborar, de no hacer acepciones, de saber obedecer y mandar con corrección, con prudencia, con modestia, con ejemplaridad, con empatía, etc., etc., etc., pues el sueldo y demás compensaciones que recibimos, como el ejercicio ético de la profesión y del puesto de trabajo que desempeñemos en cada momento de nuestra carrera profesional, a todo ello nos obliga; con lo que conseguiremos aportar a la comunidad lo que precisa de nuestro buen proceder profesional; lo que demanda también coherencia, evitando, en la medida de lo posible contradicciones que pudieran perjudicar a los demás.

De lo que debiera ser un buen trabajador y persona; como de un óptimo trato a los que por la redacción nos acercamos, que se ha convertido en amistad; Celedonio Pérez, hasta hace unos días redactor-jefe de "La Opinión de Zamora", está "adornado": altísima y competente profesionalidad, carácter abierto, considerado, respetuoso, empático con sus colegas, trabajador infatigable, y un larguísimo etcétera más, que ha contribuido a que el diario de nuestra provincia tenga el prestigio, el respeto y la valía que le caracteriza. Celedonio dejas el "listón muy alto".

Celedonio, te echaremos de menos por el edificio de la Rúa de los Francos; no obstante la amistad la seguiremos cultivando compartiendo "mesa y mantel" y café "cuando lo tengas a bien"; y que disfrutes durante muchísimos años, pues eres un "chaval", de tu familia, de tus aficiones, de tus innumerables amistades. Te lo mereces. Un fuerte abrazo.

Marcelino de Zamora