Hace dos años puede disfrutar en Roma de "Guerra, capitalismo y libertad", la primera gran exposición organizada con 150 obras del grafitero Banksy. Quizás muchos de los lectores de esta columna crean no conocer nada de este artista. En torno a su identidad existe un gran halo de misterio desde la aparición de sus primeras obras en los muros de Bristol, su ciudad originaria. Sobre quién es se han dibujado diversas teorías y aunque parece que el tiro está bastante centrado, nadie asevera con total certeza cuál es su verdadero nombre, conformándose con afirmar que nació en 1975.

Sin embargo, basta teclear su alias en cualquier buscador de Internet para que aparezcan imágenes de sus grafitis que a todos suenan porque se han convertido en clásicos del arte y la iconografía urbanos del siglo XXI. Sus policías con bombín, sus flores contra las armas, sus máscaras antigás ocultando las caras, sus ratas y sus monos poblando diferentes rincones urbanos?

Hace años que su figura me atrae, sigo sus acciones y su "biografía". La visita a la exposición en el clásico (paradoja) Palacio Cipolla, en pleno centro de la parte más noble, financiera y comercial de la capital italiana fue premeditada, fruto de la admiración, para nada casual. Contra toda polémica y discrepancia, ser capaz de mantener oculto nombre y rostro en la sociedad exhibicionista de las redes sociales representa ya de por sí un mérito indudable. Ser capaz de crear desde la disidencia de todo, cuando no la clandestinidad, iconos tan bella e inspiradoramente subversivos solo está a la altura de genios como los que en otros tiempos rompieron moldes y corsés artísticos y sociales.

Desde la izquierda ideológica de los movimientos artísticos se abrazan sus mensajes murales contra las armas y el poder establecido, sus denuncias de los efectos negativos del capitalismo, su distorsión en el orden urbano pero le critican, no con menor vehemencia, su individualismo y su "falta de compromiso colectivo", ese gran mantra de las ideologías colectivistas y liberticidas que ya no hablan de personas o ciudadanos sino de "la gente". Lo tachan de frívolo, efectista e incluso mercantilista, probablemente porque rompe con el esquema, férreamente estalinista, en el que se ha encerrado a la transgresión para que sea considerada (¡vaya contradicción!) "políticamente correcta".

Para los que piensan que todos los espíritus libres pueden ser domesticados, cautivados, sobornados y también para los que lo atacan acusándolo de servir aun inconscientemente a esos intereses, ha ejecutado su última genialidad. Al más puro estilo que le hubiera gustado relatar a Borges, creando una obra consistente en destruir una obra por él creada en una ceremonia sencillamente sublime: Nada más ser adjudicada por 1,1 millones de euros en la londinense sala de subastas Sotheby´s una de sus obras más famosas "Niña con globo", una mini-destructora de papel ubicada en el marco del cuadro ha procedido a cumplir con su función. Arte efímero, podríamos decir. Genial Banksy.

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